Puede que el nombre de Johann Jacob Schweppe no te diga mucho, pero si añadimos una simple «s» al final de ese sonoro apellido, de inmediato acudirá a tu mente una famosa bebida: la tónica.
Así es, este alemán nacido en 1740 no solo marcó los primeros pasos para ofrecer a la humanidad uno de sus refrescos más conocidos, sino que además, y aquí viene otro dato realmente curioso, el señor Schweppe es nada más y nada menos que el creador de las burbujas…
La magia del agua carbonatada
Entre los aficionados al gin-tonic es habitual que se conozca esa famosa anécdota referente al origen de esta bebida: los oficiales británicos solían consumirla en cantidades industriales durante sus misiones en la India, debido a su composición a base de «quinina», esencial para prevenir la malaria. Ningún regimiento estaba tan sano como el inglés.
Pero lo que quizá no sepan todos es que esta bebida carbonatada fue elaborada por un relojero alemán y aficionado a la ciencia. Solía trabajar en Ginebra, el oficio de relojero se le daba bien y había logrado crear una reputada industria manufacturera de relojes. Pero se aburría, no era lo suyo… tenía otras inquietudes. Era un aficionado a la farmacia, y durante mucho tiempo estuvo haciendo pequeños experimentos. Su objetivo: añadir burbujas al agua.
Lo logró. Sin saber muy bien cómo el señor Schweppe elaboró la primera bebida carbonatada con un increíble éxito como producto medicinal. Dejó Ginebra y se fue a Londres para abrir una fábrica, esperando obtener el mismo prestigio que en su ciudad natal. Cuenta la historia que al llegar a Inglaterra tuvo un admirador que se convirtió en un verdadero adicto a la tónica: Erasmus Darwin, padre de Charles Darwin, quien comenzó a tomar la bebida y le dio tanta reputación, que sus ventas empezaron a ascender como las burbujas de su bebida.
El poder de la marca
Desgraciadamente el señor Schweppe no llegó a ver la trascendencia que iba a tener su propio apellido. Decidió añadirle una «s» al final para obtener más sonoridad, para simular en esencia ese característico sonido del agua carbonatada. Fue un acierto de márketing que causó furor.
Pero Johann Schweppe fallece a los pocos años, dejando un legado de increíble trascendencia. El rey Guillermo IV de Inglaterra se convierte también en un fanático de la bebida, logrando que al producto se le añada el sello real «by appointment of» (por la gracia de su majestad). Años después, empieza a comercializarse con sabores, naciendo así el primer refresco de limón con burbujas, que ha pervivido hasta la actualidad con enorme popularidad.
Si bien es cierto que en los primeros años era una bebida común a la nobleza, burgueses, y médicos, fue en 1870, cuando tomó una gran repercusión: se ofrece como remedio contra la malaria para las tropas británicas destinadas en la India, gracias a su mezcla de quinina y limón a la soda.
Como curiosidades te diremos que la botella de cristal original donde se vendía la bebida simulaba una pequeña ánfora. Si deseas comprobar cómo eran estas botellas podrás encontrar un ejemplo de ellas en las profundidades del Titanic. En él, se encuentra un verdadero cargamento que llevaba un tal Walter James Hawksford, de Kingston. Era el el primer jefe de exportación de Schweppes. Él logró sobrevivir, pero su cargamento no.
En 2012 se logró recuperar una de las botellas originales del barco en perfectas condiciones. Esto fue una excusa de la empresa Schweppes para relanzar la marca con una gama de productos de tónicas premium basadas en este modelo. Realmente original…