Un espectro a medio camino entre un perro, una víbora gigantesca y un jabalí devoraba hombres en la zona noroeste de Argentina. ¿Quién le proporcionaba las víctimas? ¿Qué conseguía con ello? ¿Qué finalidad perseguían los que propagaron el mito en los ingenios azucareros? Conoce la historia de «El Familiar» un demonio devorador de carne humana.
«El Familiar» un demonio devorador de carne humana
El origen de esta leyenda tiene sus raíces en un mito clásico: un hombre que vende su alma al diablo a cambio de un favor especial. En este caso, a cambio de riqueza y poder, lo que se le entregaba a ese ser salido del averno, además del alma, eran seres humanos. Carne humana a cambio de beneficio económico.
El Familiar vivía durante el año escondido en chimeneas o sótanos y una vez al año salía para alimentarse. Esa noche devoraba a los peones que se cruzaran con él o que le fueran proporcionados por los capataces para beneficio de los amos. Si el propietario no cumplía con la promesa hecha, podía ser devorado él mismo y si moría sin hacer partícipe del pacto a su familia, el engendro demoníaco se vengaba arruinándolos a todos. El familiar vigilaba el pacto que había hecho el hombre con el diablo y cobraba el tributo en forma de carne humana.
Físicamente es un híbrido entre un perro, un jabalí y un especie de víbora gigantesca. Sus ojos son rojos, sus colmillos inferiores como los del jabalí y los superiores como los de una víbora, el pelo es grueso, fuerte y de color negro, incluso en algunas ocasiones puede tener algunos rasgos humanos. Sus garras son prensiles y puede erguirse sobre sus patas traseras. En algunos lugares se dice que su estampa es la de un perro gigantesco sin cabeza. Cuando se acerca se percibe un fuerte olor a azufre y se oye un ruido semejante al de cadenas que se arrastran.
No se le puede matar ni herir con armas convencionales; pero en caso de encontrárselo, la persona podía salir con vida mostrándole la cruz que forma la empuñadura de un puñal o llevando una gran cruz en el pecho y un rosario en el bolsillo.
Durante años este mito fue utilizado por los dueños de los ingenios azucareros del noroeste de Argentina para que sus empleados trabajaran a destajo y sin rechistar, atemorizados por este espectro demoníaco. Incluso se justificaban desapariciones por la actuación de El familiar.
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