Si algún día visitas la bella población de Roermond, en los Países Bajos, además de conocer un paraje realmente idílico no pierdas la oportunidad también de visitar su cementerio. No, no es ninguna recomendación escabrosa. Como ya sabes existen muchos cementerios en el mundo que son auténticos regalos a la arquitectura y a la originalidad; tumbas y mausoleos que se alzan como verdaderas obras de arte llenas de encanto.
Es en este cementerio donde podrás contemplar uno de los mayores tributos al amor. A ese amor que entrelaza sus manos aún después de la muerte, una muestra de cariño eterno que vas más allá del tiempo e incluso de las religiones.
La pareja que desafió a sus religiones por amor
Lo primero que atraerá tu atención cuando visites el cementerio de Roermond, es el hecho de que su muro, delimite en realidad varias partes del camposanto. Y es que hay unas zonas exclusivas para los católicos, otra para los protestantes y una tercera para los judíos. Es algo habitual en muchos cementerios, y éste del sur de los Países Bajos no podía ser menos. Curiosas divisiones donde enterrar a cada persona según su fe, según sus creencias; demostrándonos que ni aún la muerte parece unir a las personas en estos aspectos siempre discrepantes.
A medida que avances por esta delimitación de piedra, te encontrarás de pronto con una construcción singular, con dos lápidas unidas por encima del muro, dos manos de piedra que se agarran entre sí. Entrelazadas con la fuerza de la roca, por siempre unidas.
Estas manos representan a una pareja, a la formada por el coronel Van Gorcum por la parte protestante del cementerio, y a Van Aefferden, por la parte católica. Sus religiones les obligó a que sus cuerpos permanecieran separados por siempre, cada uno en su camposanto, de ahí, que antes de fallecer ambos idearan un brillante plan. Un modo de seguir estando unidos de algún modo. Hoy en día este pequeño monumento refleja aquel proyecto, donde siguen visibles sus iniciales para disfrute de todo amante de las historias románticas: JWC Van Gorum y JCPH Aefferden.
Una relación mal vista
Cuenta la historia que él era coronel de caballería, que profesaba la religión protestante y que ocupó el cargo de embajador. Era un hombre de muy buena posición que un día conoció a una joven de buena familia, una chica católica de la que se enamoró de inmediato. Un flechazo absoluto por parte de ambos. A pesar de la oposición de ambas familias a dicha relación, contrajeron matrimonio en 1842. Él tenía 33 años, y ella 22.
Podríamos decirte que la vida de ambos fue feliz y plena, que disfrutaron de una existencia llena de tranquilidad e hijos en común. Pero no fue así. Su matrimonio fue constantemente criticado, fueron siempre atacados por sus respectivas familias y por sus vecinos debido a sus religiones. Ellos se adoraban, se sabe que se profesaban un amor absoluto que hubo de defenderse siempre de ese contexto social de la época que no aceptaba la unión de un protestante y una católica. Nunca pudieron disfrutar de la tranquilidad en un pueblo o una ciudad.
Él fue el primero en fallecer. Tenía 71 años y, como mandaba la tradición, se le dio sepultura en el lado protestante del cementerio de Roermond. Pero eso sí, buscó una ubicación ideal junto al muro que limitaba ambas áreas…el plan ya estaba previsto de antemano. Ella, murió diez años después. Una década de absoluta tristeza que terminó el día en que abandonó el mundo de los vivos. Pero eso sí, antes de morir pidió ser enterrada lo más cerca posible de su amado compañero, justo al otro lado del muro.
Ambos había previsto muchos años antes el levantar dos monumentos fúnebres a cada lado, para unirse por encima del muro de separación en dos brazos que se cogen de la mano. Ni el tiempo, ni las religiones, lo separaron nunca más. Afortunadamente…