Los colores dan luz y sentido a nuestra vida, una paleta de tonalidades y sensaciones que pintan nuestra realidad reflejándonos todas sus maravillas y oscuridades: el azul del cielo, el rojo de las amapolas, el tono verdoso en los ojos de la mujer o el hombre que nos atrae, ese café salpicado de crema blanca de las mañanas, o el blanco sobre el que se escribe este artículo… ¿Cómo vivir sin los colores? ¿Cómo sería la vida sin esa paleta instalada en ese arco iris que aparece tras las tormentas y que decora toda nuestra realidad?
Neil Harbison nació sin esa capacidad, su vida oscilaba únicamente entre el negro, el blanco y el gris… hasta que un día algo cambió, la ingeniería y la robótica se aliaron para dar una nueva oportunidad a este londinense amante del arte.
Cibernética: cómo escuchar los colores
Neil fue siempre un fanático del arte, su discapacidad cromática le empujó a querer entender el mundo de los colores de otro modo, él conocía su importancia, y se esforzaba por encontrar un equilibrio en los lienzos, en los frescos, en los mosaicos, en los grafittis, en cualquier representación artística donde los colores otorgan siempre ese mágico equilibrio.
Era sin duda el conejillo de indias perfecto para probar un nuevo tipo de ingeniería robótica, se esforzó cada día en que científicos en nanorobótica experimentaran con él para ofrecerle una nueva oportunidad. Y así fue, desde hace unos años vive con un pequeño artefacto instalado en su cabeza, un tipo de ciberorganismo reconocido por primera vez en el mundo de la ciencia y que está formado por una cámara web, una computadora y unos audífonos. A ello se le acompaña un sofisticado programa que convierte cualquier color que tenga ante él en un tono.
Cada uno de los colores dispone de un sonido, de una frecuencia única y particular, de ese modo Neil los va relacionando y los identifica de inmediato: el rojo por ejemplo suena a una nota a medio camino entre un Fa y un Fa sostenido, una curiosa nota de musicalidad hilada en cada color… Sencillamente espectacular.
Tras esto, Neil decidió entrar en la escuela de arte, señalándole antes a uno de los profesores que poseía una discapacidad y que únicamente podía distinguir el blanco y el negro, éste, confuso, le indicó que lamentablemente no tenía nada que hacer en esa disciplina, pero gracias a esta fascinante tecnología, Neil, juega en otra dimensión mucho más apasionante y original. Su arte atraviesa las fronteras conocidas hasta ahora.
Unión mente-máquina
Este joven británico va evolucionando día a día con este sistema instalado en su cerebro, desde 2004 ha ido perfeccionando su cotidianidad de modo que el chip que lleva tras su cabeza, va captando segundo a segundo cada una de las ondas que emanan los colores, enviándole a su vez ondas de sonido que escucha a través de sus huesos, nunca de sus oídos.
Según explica él mismo, al principio, sufría muchos dolores de cabeza, el mundo está henchido por una caótica sucesión de colores que no podía controlar ni identificar, pero poco a poco ha ido dominando esta capacidad hasta hacerla propia por completo… Ahora, gracias a su maravillosa particularidad, Neal es capaz de realizar lo que él llama «obras sonoras». Puede realizar retratos sonoros, de ese modo y según sus propias palabras cada rostro emana una melodía única y particular.
La realidad de este artista biónico roza los límites del arte, y nos acerca una vez más a esasdimensiones del ser humano donde cualquier barrera puede ser superada con ingenio y supervivencia. Un gran ejemplo, sin duda.