Todos somos conscientes de las consecuencias que tuvieron las barbaridades que se producían en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial y en otras entradas os hemos hablado sobre el tema. Esta vez os hablamos de un terrible experimento que se llevó a cabo para explicar algunos acontecimientos que se producieron durante esta época horrible.
La ocurrencia del señor Milgram
Stanley Milgram, en los años 60, comenzó un estudio psicológico que reveló que la mayoría de los individuos tienen la capacidad de hacer mucho daño si son obligados a hacerlo bajo presión.
La idea se planteó en 1969, cuando se celebraba el juicio de Adolf Eichmann, que fue condenado a muerte por haber realizado crímenes en el tiempo del régimen nazi. El punto importante, es que Eichman se defendió expresando que «el solo había hecho caso a las órdenes impuestas y que, por lo tanto, tenía que hacerlo». Debido a esta idea, era incapaz de entender por qué los judíos le tenían tanto odio, si él «sólo» cumplía órdenes.
La defensa de Eichmann inspiró a Milgram.
La pregunta clave del Experimento Milgram
El experimento Milgram se creó para conseguir una respuesta a la pregunta que se planteaba este investigador: «¿Cuánto tiempo puede alguien bajo la autoridad de otro, seguir haciendo daño a otra persona, incluso cuando piensa que se le puede causar daños graves?» Respondiendo a esta pregunta, Milgram quería obtener una respuesta sobre si realmente Eichmann y sus compañeros fueron cómplices o si realmente se limitaron a seguir órdenes. ¿Perdieron su humanidad, siendo conscientes de lo que hacían, o no se vieron incapacitados para elegir qué querían hacer y qué no?
Las descargas, base del Experimento
La herramienta que utilizó Milgram para el experimento fue un generador de descarga eléctrica que disponía de 30 interruptores. El interruptor subía cada 15 voltíos, con un intervalo de entre 15 y 450.
También etiquetó los niveles de descarga con: «Moderado» en el que la descarga oscilaba entre los 75 y 120 voltios, y «Fuerte» donde la descarga se encontraba entre los 135 y 180 voltios. Por último, la etiqueta «Peligro», hacía referencia a la descarga más intensa donde los niveles más altos eran de 435 a 450 voltios.
Lo más interesante de este aparato es que, en realidad, no producía ninguna descarga, era todo una farsa y solo reproducía sonidos cuando se presionaban los interruptores
Para el experimento, participaron 40 hombres que fueron reclutados mediante anuncios en los periódicos y por correo. Estos individuos pensaban que iban a trabajar en un experimento para mejorar la memoria y el aprendizaje.
El sujeto conocía a un ´experimentador´, que era la persona encargada de dirigir el experimento, y la otra que se le presentaba como otro sujeto, que en realidad era un colaborador que intervino como sujeto.
Es importante señalar que los dos individuos se han conocido en el experimento y que piensan que cada uno podría estar en el sitio del otro, es decir cualquiera podría estar recibiendo las descargas.
¿Cómo se llevaba a cabo?
El sujeto fue preparado para enseñar palabras al ´aprendiz´. Cuando este tenía errores, el sujeto ´maestro´ debía castigar al aprendiz con descargas, que subían 15 voltios con cada error.
Como la maquina en realidad no funcionaba, el aprendiz nunca recibía las descargas, pero para hacerlo real, cuando se pulsaba el interruptor se reproducía una grabación.
En el caso de que el maestro no estuviera seguro de seguir dando voltaje al aprendiz, llamaba al responsable del experimento, el cual siempre le obligaba a seguir con el proceso, ordenando, primero, suavemente, hasta terminar con medidas más autoritarias si el «maestro» dudaba demasiado. Si el maestro preguntaba quien iba a ser el responsable si algo le ocurría al aprendiz, el experimentador aclaraba: «El responsable soy yo«. Esto reducía el nivel de ansiedad en el individuo, de manera que continuaba con el experimento.
Uno de los resultados más destacables es que de los 40 sujetos, todos hicieron caso de las órdenes hasta llegar a los 300 voltios.
La obediencia, factor clave
En el experimentos, el 65% de las personas no dejó de efectuar descargas. Ninguno paro cuando el aprendiz expresaba, por ejemplo, que tenía problemas de corazón. ¿Por qué sucedía esto? La respuesta se relaciona con nuestra actitud innata de hacer todo lo que se nos dice, especialmente si nos lo ordenan personas autoritarias.
¿Qué sacó Milgran de todo esto? 2 conclusiones finales:
El profesor Milgram elaboró dos teorías que explicaban sus resultados:
– Teoría del conformismo: cuando una persona no está preparada para decidir, sobre todo en momentos difíciles, dejará toda la responsabilidad al grupo al que pertenece y a sus rangos jerárquicos. Lo que decidan lo más «preparados» del grupo, será lo que haga este individuo.
– Teoría de la cosificación: Una vez se somete totalmente a una autoridad, el individuo considera que todo lo que realiza no es por su mano, sino que es un instrumento de la autoridad. Él no tiene la culpa, sólo es un medio para llegar a un objetivo. En su mente se convierten en cosas al servicio de alguien más poderoso.
Seguramente todo para evitar asumir la responsabilidad de actos terribles que, seguramente, de rebelarse podrían ser evitadas.
¿Conocías el experimento Milgram? ¿Te ha sorprendido? Si es así, puedes leer también «Los terribles experimentos de la “Unidad 731″