Experiencia religiosa y sexo. Suena como si ambas expresiones no debieran ir juntas. Pero la verdad es que nuestro cerebro sólo se ocupa del sistema de recompensas, no de qué lo origina. Y sí, se parecen mucho.
¿Qué tienen en común una experiencia religiosa y el sexo? Más de lo que creías
Estudios recientes en un grupo de fervorosos mormones reveló que el sistema de recompensa de sus cerebros se activaba al leer fragmentos de la Biblia y otros contenidos religiosos, o a través de vídeos relacionados con su iglesia.
Esto no tendría tal vez ningún interés si no fuera porque se activaron las mismas regiones cerebrales asociadas a otras situaciones de euforia, como el amor romántico o maternal, la comida o al consumo de ciertas drogas.
El equipo de científicos de la Universidad de Utah quiso determinar qué redes del cerebro se activan ante una experiencia religiosa, específicamente entre los mormones por tener éstos una gran influencia en esta región de Estados Unidos. Los resultados indican que estas experiencias están asociadas también con la corteza prefrontal media, región del cerebro que se estimula ante tareas que tienen que ver con algún tipo de juicio moral, ya que regula el comportamiento social.
Tener una experiencia religiosa puede hacerte sentir un elevado y profundo estado de ánimo –la euforia–, visión noética (el mundo interior de la mente, la conciencia, el alma, el espíritu…) y un sentido de integración del yo con el mundo.
Para sorpresa de los científicos, las 19 personas escogidas para esta prueba –12 hombres y 7 mujeres– pudieron sentir esta experiencia religiosa en una máquina de resonancia magnética, y así pudieron observar que los pensamientos y sentimientos religiosos activaban el núcleo accumbens del cerebro –este núcleo es un conjunto de neuronas del encéfalo y se le atribuye una función importante en el circuito del placer y la recompensa–.
El sexo, por otro lado, también estimula el núcleo accumbens, y algunos de los síntomas físicos de una experiencia religiosa y la excitación sexual podrían ser bastante similares: el ritmo cardíaco se acelera y la respiración se profundiza; el sentimiento de integración es asombrosamente parecido. Para algunas personas, experimentar el sexo es también experimentar un cierto tipo de unión espiritual, no necesariamente asociado al amor romántico.
No en vano los místicos describieron el intenso placer que les procuraban sus creencias religiosas, y a estos eventos se les ha llamado “caer en éxtasis” o “arrobamiento”. El hecho es que el cerebro humano parece responder al pensamiento de algo trascendente, y podría considerarse como una “huella” de nuestro remotísimo pasado, cuando nos enfrentábamos a la oscuridad desconocida y dábamos nombres y formas a las energías básicas que han existido siempre en el planeta.
La religión, así, se perfiló como uno de los factores más influyentes en las sociedades, pero habría que hacer más experimentos con grupos de otras filiaciones religiosas para comprender cómo funciona el cerebro ante una experiencia religiosa. O ante el placer.
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