Fulguritas. Los que han tenido la suerte de verlas en la realidad y de poder tocarlas, comentan que es como tener un pedazo del rayo en las manos. ¿Pero qué son exactamente? Es la materia que se origina tras la caída de un rayo en suelo arenoso, los granos de sílice se fusionan con la fuerza del rayo y se vitrifican creando una especie de tubos retorcidos. Son frágiles, muy frágiles… y es como tener, durante un instante, la materia de la que están hechos los rayos.
Cuando los rayos se materializan en la tierra
La palabra fulgurita tiene su raíz en el latín, y significa cómo no «rayo». Los científicos suelen comentar que se trata de uno de los fenómenos más espectaculares de la naturaleza. Y sin lugar a dudas debe ser impresionante ver en persona cómo se originan estas curiosas piedras de sílice tras el impacto del rayo. Es como si el mismísimo Odín quisiera dejarnos un regalo desde su reino.
Los rayos tienen aproximadamente un gigajulio de energía. Para que nos hagamos una idea, sería como tener la energía suficiente para nuestra casa durante una semana entera. Es tan impactante la intensidad con la que caen al suelo, que en muchas ocasiones llegan a alterar el espacio donde descargan. Pero si ese suelo es de arena, es cuando se produce la magia.
Cuando cae en el suelo vaporiza la arena a lo largo de su trayectoria, adentrándose en ocasiones hasta casi 6 de profunidad. Es entonces cuando, debido a la altísima temperatura (casi 50.000 grados), termina alterando el dióxido de silicio de la arena hasta convertirlo en cristal. Lo verdaderamente curioso es que estas figuras están hendidas en la tierra a mucha profundidad, y es muy difícil extraerlas sin que se rompan en trocitos.
Las fulguritas pueden adoptar diferentes y bellísimos colores según la composición de la arena donde caiga el rayo. Pueden haber impresionantes tubos retorcidos de intenso color negro, también verdes, de tonalidades bronce e incluso de maravillosos destellos blanco-translúcidos. En cuanto a su forma, puede ser lisa u ondulada, se parece a la raíz de un tubérculo y, muchas veces, muestra pequeños agujeritos.
Tampoco hemos de pensar que que cada vez que cae un rayo se forma instantáneamente una fulgurita. En absoluto. Su aparición es muy poco habitual, y cuando ocurre, es prácticamente imposible extraerlas sin que ser rompan. Son muy delicadas, pero aún así existe una increíblemente bien conservada en la Academy of Natural Sciencies de Filadelfia, desde 1940 cuando se encontró.
Dada su belleza, es normal que existan verdaderos cazadores de fulguritas. Estos expertos estiman que hay unos 16 millones de tormentas eléctricas anuales, y que en muchas de ellas caen rayos sobre terrenos arenosos. Vigilar todos estos espacios es complicado, pero aún así no dejan de patrullar y de buscar esas huellas, esos contactos entre el cielo y la tierra en los que, el dios de las tormentas, nos deja pequeños testimonios de su fuerza y belleza.
De hecho, otro de los descubrimientos más sobrecogedores en materia de fulguritas, se dio en 1966, cuando un grupo de arqueólogos en la isla de Arrán Escocesa, descubrieron uno de estos cristales: una fulgurita fosilizada procedente de un rayo que cayó hace unos 250 millones de años, justo al final del periodo Pérmico. Un regalo de la naturaleza del que aún se está obteniendo mucha información…