El pobre gato negro ha estado históricamente marginado. Especialmente, existe toda una cultura paralela respecto a la mala suerte que acompaña ver a un gato de este color, sea donde sea. ¿Quieres saber de dónde viene toda la superstición asociada al gato? ¡Sigue leyendo!
Historia de la superstición de los gatos negros
En primer lugar cabe destacar que el gato no siempre ha gozado de mala fama. ¡Todo lo contrario! En la antigüedad el gato fue un animal muy popular y respetado, tanto que incluso algunas personas llegaron a pagar con su vida haber matado a uno de estos animales. Así mismo aseguraba haberlo visto el historiador Diodoro de Sicilia.
Por su carácter independiente, su belleza y su elegancia los gatos eran adorados. De hecho, en Egipto cuando un gato moría se le embalsamaba y se le añadían a su lugar de descanso ratones embalsamados. De ahí que se encontraran en 1890, en Bubastis, más de 300.000 momias de gatos. Otro dato curioso es que quienes habían convivido en la casa con el animal se rapaban las cejas en señal de luto por la pérdida. Incluso Mahoma en el siglo VII predicaba con un gato en sus brazos.
¿Qué hizo que cambiase todo?
La popularidad del gato empezó a cambiar radicalmente cuando la Iglesia Católica a mediados del siglo XIII comenzó a perseguirlos por considerarlos un símbolo del diablo y también sirvientes de las brujas.
Como el gato estaba presente en numerosos ritos y creencias paganas, se comenzaron a destacar los aspectos característicos del animal de una forma negativa y comenzó a perseguírsele sin tregua.
Aparte de esto, como se reproducían muy rápidamente comenzaron también a ser un estorbo para los gobernantes y para los ciudadanos. Los gatos callejeros eran alimentados entonces por las ancianas solitarias y esto se veía como algo diabólico. Peor aún si el gato era negro y de pelaje corto. Así empezaron a crearse toda una serie de leyendas y mitos alrededor del gato negro que lo llevó a tener tan mala fama.
Al empezar a considerarse al gato negro como una señal de mala suerte, se comenzó a perseguir a todos los ejemplares para darles muerte. Incluso la Iglesia alentaba su caza y hacía un espectáculo en la hoguera de San Juan quemando a estos felinos. La masacre fue tan grande que cuando llegó la Peste Negra, ya no quedaban casi gatos para combatirla.
El rey Luis XII de Francia fue el que empezó a aportar un poco de cordura a toda la situación y puso fin a la matanza de gatos negros. Dado su especial papel en la erradicación de la peste, el gato volvió a recuperar su prestigio y hoy en día es una de las mascotas más adorables que conviven con el ser humano.