Acompáñanos en un extraordinario recorrido por uno de los países más interesantes del mundo: Irán. No sólo por su polémica trayectoria política de los últimos tiempos, sino más bien por la historia milenaria que respiran sus ciudades y por su ingenio al crear un tipo de arquitectura que provee ventilación natural y refrescamiento interior aunada a una belleza inigualable.
Nos referimos a los cazadores o captadores de viento, bagdirs en persa, y malqaf en árabe.
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Una historia de ventisca y el diseño de sus ciudades
Irán (Persia en sus inicios) no fue la única cultura en utilizar estos dispositivos, pero sí la que sigue usándolos hasta hoy. Se cree que fueron los persas quienes los idearon, y se han encontrado algunos ejemplares de cazadores de viento en la arquitectura tradicional de Egipto, en tiempos tan lejanos como el de los faraones, 1.300 años a.C.
Irán posee una zona desértica en su región central, lo cual genera unas diferencias notables en las temperaturas diurnas y nocturnas, provocadas también por la falta de humedad en el aire. Por ello en verano el aire, de muy fresco, se convierte en extremadamente cálido y con una humedad relativa muy baja durante el día.
Su principal materia prima de construcción es el adobe o ladrillo de arcilla que, al ser elaborado con la tierra brinda un gran aislamiento térmico (es una estrategia arquitectónica utilizada en todo el mundo); las paredes son muy gruesas y así consiguieron reducir esa inmensa variación de temperatura. Cualquiera que lea algo sobre arquitectura sabrá que estas paredes, al ser tan voluminosas y hechas de tierra, acumulan el calor del día permitiendo en la noche dar comodidad térmica frente al frío nocturno. En otras palabras, durante el día acumula calor para la noche.
Sus ciudades se alzan cerca o en torno a los oasis del desierto, para de esta forma asegurar el agua. Su diseño es bien particular, y todo con el fin de minimizar la absorción del calor solar: calles muy estrechas y de paredes altas y pintadas a la cal (para proyectar más sombra), con casas y edificios que tienen patios profundos y terrazas para dormir en las calurosas noches veraniegas.
Pasan el día en el interior cerrado de las casas. Éstas tienen ventanas pequeñas y estrechas protegidas con celosías de madera tupida, todo, como dijimos, para protegerse del calor solar. Son construcciones que se han transformado y mejorado con el tiempo, adaptándose a condiciones climáticas extremas y desarrollándose hasta adquirir estas formas depuradas e increíblemente hermosas.
Cazadores de viento o aire acondicionado natural
El cazador de viento o bagdir es una torre sobre las casas que cuenta con varias aberturas en su parte superior, usualmente cuatro; se cierran todas menos la que está en dirección al viento, de esta forma se lo obliga a descender para después subir por efecto chimenea. Este diseño se apoya en otra estrategia de ingeniería llamada qanat, que es como una piscina ubicada en la base de la torre y a través de la cual el aire pasa. El qanat tiene dos funciones, primero la de humedecer el aire extremadamente seco del exterior, y segundo, absorber el calor y reducir la temperatura. El mismo principio del tradicional botijo.
La combinación de la estructura de adobe con una alta resistencia térmica hace que los cazadores de vientos refresquen efectivamente los interiores de las casas y mezquitas, incluso en los momentos más cálidos del mediodía.
Sólo para climas secos
Los constructores antiguos lograron perfeccionar este método para enfriar y humedecer el aire seco del desierto. Sin embargo, los bagdirs no pueden utilizarse en climas distintos, es decir, más húmedos, porque en el qanat pueden proliferar determinados hongos que liberan esporas causantes de enfermedades respiratorias.
Por esta razón los verás sólo en los desiertos del Medio Oriente, si alguna vez te animas a visitar esta región en donde comenzó la historia.