En Supercurioso os hemos presentado personajes como el hombre que murió al resbalar con una piel de naranja o el Mayor Summerford, al que perseguían los rayos, en esta ocasión os traemos a John Lyne, al que puede considerarse el hombre más gafe del mundo. Juzgad vosotros mismos.
John Lyne, el hombre más «gafe» del mundo
La historia del llamado «unlucky John» empieza en el mismo momento de su nacimiento. Era el quinto vástago de una familia de granjeros ingleses y cuando nació pensaron que no sobreviviría. Sus pulmones eran inmaduros. Fueron necesarios cuidados especiales y un tratamiento a base de esteroides para que se desarrollasen y alcanzasen la madurez necesaria. John sobrevivió, y a juzgar por como ha sido el resto de su vida, parece que escondía en su interior la semilla de un superviviente.
Cuando contaba 18 meses le ocurrió el segundo percance. Estando en el baño de su abuela bebió de una botella que encontró allí, resultado: un lavado de estómago urgente. La botella contenía desinfectante. Unos años después, el desafortunado John iba en un carro de caballos con su abuelo cuando, por culpa de un bache del camino, salió despedido del asiento. Fue a caer a la calzada contraria por donde circulaba una furgoneta de reparto. Milagrosamente el joven John quedó en el centro y las ruedas pasaron a ambos lados de su cuerpo. ¡Increíble!
A los 12 años le cayó un rayo en el manillar de la bicicleta cuando pedaleaba hacia su casa. El año en que cumplió 14 fue de los peores; estuvo a punto de ahogarse y se rompió un brazo al caerse de un árbol. Lo llevaron al hospital para que lo atendieran, ese día -que era un viernes 13- no pudieron operarlo, ya que hacía poco que había comido y no se le podía anestesiar. Al día siguiente volvió con su madre al hospital en autobús, con la mala suerte de que éste chocó con un camión fracturándole el mismo brazo por otro sitio.
Ya adulto, trabajó de minero, trabajo de riesgo que le puso al borde de la muerte en dos ocasiones. La primera por un desprendimiento y la segunda por el error de un compañero que le arrojó un contenedor de piedras encima. Volviendo a su casa del trabajo, le atropelló un autobús que por suerte únicamente le lesionó un brazo. Tras años de relativa tranquilidad su último percance fue caer por una trampilla en el trabajo, de lo que resultó una baja de casi 8 meses. Se dañó la espalda, una pierna y ambas rodillas.
Esta historia la explicó el propio John al Daily Mail, afirmando que pensaba seguir viviendo su vida al máximo y que en realidad la gente le decía que era afortunado, ya que tenía más vidas que un gato.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Afortunado, desafortunado o simplemente «gafe»?
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