En el mundo antiguo, mercaderes de lugares remotos se acercaban a las Islas Canarias para obtener una sustancia muy apreciada: la sangre de draco. Las utilidades de esta resina son múltiples, así como las leyendas y sus usos mágicos. Se obtiene de un árbol: el draco.
El Draco y la obtención de la resina
El draco o drago es un árbol originario de las islas Canarias y de una zona de Marruecos. En otras partes del mundo existen también otros árboles de distintas especies y géneros que tienen una resina roja parecida a la del draco. Este árbol, que se da especialmente en Tenerife, es muy peculiar y dice la tradición latina que, en realidad, cada uno de ellos es un dragón. Éstos, amenazados de muerte, decidieron convertirse en árbol y permanecer dormidos para no perecer. Como son dragones durmientes, si pinchas el árbol, sangra.
La resina se obtiene haciendo incisiones en la corteza. Durante una época estuvieron a punto de desaparecer por un exceso de sangrado de los árboles.
Usos medicinales y mágicos
La sangre de draco se secaba y pulverizaba y servía de cura para todo tipo de males. La utilizaban para cicatrizar heridas, para la fiebre o la diarrea, problemas respiratorios, eccemas e incluso como antigripal.
Entre sus usos mágicos destaca su utilización como uno de los ingredientes en la elaboración del elixir de la eterna juventud. Quemado como incienso, se creía que liberaba las estancias de espíritus malignos. También con esta resina se fabricaba tinta de sangre de drago y con ella se hacían talismanes mágicos o se utilizaba en filtros amorosos.
Otros usos más prosaicos y actuales de la sangre de draco son: como barniz para muebles e instrumentos musicales o en aceites corporales.
Una leyenda canaria
Cuenta la leyenda canaria que unas jóvenes guanches estaban realizando un baño ritual en el mar cuando se acercó a la costa un mercader de esclavos, que viéndolas solas pensó que eran una presa fácil. Las muchachas salieron huyendo pero el hombre consiguió atrapar a una de ellas. Esta lo engaño ofreciéndole comida y huyó en cuanto pudo. El esclavista la persiguió y ella se refugió entre las ramas de un Drago. El hombre no había visto nunca un árbol semejante y creyó que era un animal dormido. Lo atacó clavándole su espada y éste empezó a sangrar. Asustado, corrió hasta la orilla donde embarcó para no volver.
En la isla de Socotra también encontramos Dragos, aunque de una especie diferente. Quizá te resulte curioso saber que Alejandro Magno se aprovisionaba allí de Sangre de Drago para curar las heridas de sus soldados, si quieres saber más sobre esta isla, no te pierdas Socotra, la isla encantada.