Si has viajado a Roma alguna vez, seguro que habrás visitado la Iglesia de Santa María in Cosmedin para seguir una tradición: la de introducir tu mano en la llamada «Bocca della Veritá». Es de obligada experiencia en todas las guías turísticas sobre la bella ciudad eterna, la capital romana siempre tan llena de encantos y misterios.
Pero ¿Sabes de dónde viene esta tradición de la Boca de la Verdad?
El demonio y la verdad
Se trata de una escultura gigantesca, con algo más de 1,75 metros de diámetro, está dedicada al Dios del Mar y perfila un rostro masculino realmente amenazante, con su barba, ojos, la nariz y una boca ligeramente entreabierta. Está incrustada en la pared del pronaos de la Iglesia Santa María in Cosmedin de Roma desde el año 1632, momento en que, por alguna razón que se desconoce, se decidió trasladarla desde el que había sido su emplazamiento original: la plaza de la Bocca della Veritá.
Las leyendas trazadas alrededor de esta estatua, son múltiples y muy variadas. Pero todas se asientan bajo un mismo concepto, el de reconocer a las personas que mienten.
Disponemos de un texto alemán del siglo XII donde se nos explica cómo el mismísimo diablo se escondía tras aquella boca, aguardando las manos de los mentirosos. Se habla de Juliano el Apóstata, quien habiendo engañado a su mujer, se le obligó a defender su verdad públicamente e introducir su mano en La Bocca della Verittá. Pero el travieso demonio es sabio y no perdona, por ello le clavó sus dientes al reconocer a un mentiroso.
También se guarda otra curiosa leyenda en la que se habla de una bella emperatriz romana, que a pesar de haber cometido adulterio en numerosas ocasiones, logró introducir la mano en la estatua sin recibir castigo alguno. Según los testimonios, la mujer logró salvarse tras utilizar un brillante artificio de dialéctica que engañó al propio demonio.
«Vacaciones en Roma»
Si la figura de «La Boca de la verdad» se ha convertido en un punto de obligado turismo en las guías de viaje de Roma, es por la mítica y encantadora película de William Wyler. En ella, el propio Gregory Peck preparó una broma a Audrey Hepburn durante el mismo rodaje. Mientras le está explicando la leyenda de la estatua, el inolvidable actor de «Matar a un Ruiseñor» introdujo su mano, simulando ser atacado y sacando después su brazo con la mano escondida tras la manga.
La reacción de Audrey Hepburn fue tan sincera y sorprendente, que el director no dudó en incluirla en la película. Un pequeño gesto que hizo historia.
Así que no lo olvides, si viajas a Roma, no dudes en visitar la Bocca de la Veritá. Ya sabes, el mismísimo diablo se encuentra tras ella y sabrá si dices la verdad o no…