El cargo de conciencia es el peso moral que llevamos en nuestro ser fruto de alguna acción, tiene fin cuando enmendamos nuestros actos o con una simple disculpa, pero ¿qué pasaría si aquel remordimiento traspasara los límites de la muerte?
Susana nació y vivió en Sevilla, sus padres eran judíos, su vida se desenvolvió en medio de una época difícil para aquellos que profesaban su religión, motivo por el cual su padre y toda su familia se convirtieron al cristianismo para no ser perseguidos. Su belleza era reconocida por todos en la ciudad, por eso la llamaban “La Hembra más bella”.
El padre de Susana, Don Diego Susón, era una de las figuras principales entre la comunidad judía conversa y al mismo tiempo un hombre poderoso y adinerado ante los ojos de los cristianos. Al enterarse de que el Santo Oficio pretendía entrar a la ciudad para perseguir a los judíos, Don Diego junto con otros conversos importantes planearon levantarse en armas para evitar ser ultrajados o perder sus vidas.
La traición de Susana de Susón
Mientras se presentaban todos estos acontecimientos, la bella Susana se enamoró de un joven capitán cristiano, de nombre Alonso y como suele suceder cuando nos alcanzan las flechas del amor, puso su corazón antes que la razón, Susana traicionó a su comunidad y a su familia contando esta conspiración a su joven enamorado para que escape de la ciudad, en su afán de preservarlo del peligro.
El capitán, ni corto ni perezoso fue a contar los planes de conspiración ante las autoridades, lo cual trajo como resultado que todos los implicados, incluido el padre de Susana, fueran interrogados, torturados y juzgados por la Inquisición, recibiendo el castigo de la hoguera para purificar sus pecados; sus bienes fueron confiscados; sus hijos y nietos quedaban inhabilitados para obtener cargos públicos y menciones honoríficas; los sambenitos que portaban debían colgarse a la entrada de la parroquia con los nombres, crimen y castigo, como un recordatorio permanente de los falsos conversos.
Una vida llena de remordimientos
¿Y qué pasó con Susana? Vivió una vida llena de remordimientos por la muerte de su padre y de los suyos, sobre como sobrevivió el resto de sus días existen varias versiones, las más populares en Sevilla dicen por un lado que fue obligada a llevar vida de monja en el convento de Santa Inés hasta su muerte; la otra versión dice que tuvo amoríos con un obispo y fruto de esta unión tuvo dos hijos.
A su muerte y tras abrir su testamento, se encontró en él escrito
“…Y que claven mi calavera en lugar visible de la fachada de esta casa que morirá conmigo, en recuerdo de mi delación y como expiación de mis faltas para ejemplo y aviso de las hijas de otras hijas.”
Y efectivamente así se lo hizo, al morir, su cabeza fue clavada en la entrada de la que fuere su casa, así permaneció por bastantes años, después fue retirada y se colocó un azulejo con una calavera bajo la cual reza “Susona”.
¿Qué os parece esta historia? ¿Os ha pasado el amor alguna vez una mala jugada? Déjanos tus comentarios más abajo o sigue el debate en nuestras redes sociales.