¿Eres una de esas personas que aborrece o experimenta cierta repulsión hacia las muñecas de porcelana o a cualquier tipo de representación humana “artificial”? Ya sea porque te parezcan extrañas o inusuales. Existen personas que no pueden dejar de sentirse incómodos al mirar aquellas muñecas con expresiones inertes y mirada fría, que parece que en cualquier momento se moverá, causándote el mayor susto de tu vida. Si este es tu caso, debes conocer la increíble teoría del Valle Inquietante, una respuesta normal de tu cerebro. ¿Nos acompañas a descubrirla?
El arte imita a la vida y nuestro cerebro lo sabe…
Cuando observamos un robot, máquina o cualquier aparato que imita a un ser humano, reproduce sus expresiones faciales e incluso sus movimientos corporales, nuestro cerebro activa una alerta de que algo no va bien y lo reconoce como un “farsante”, lo confunde.
Esta es la idea principal que representa la teoría del Valle inquietante, un aspecto estudiado por la robótica que nos explica la forma en que reaccionan los seres humanos ante estos dispositivos antropomorfos.
La teoría del Valle Inquietante por Masahiro Mori
La teoría fue desarrollada en 1970 por Masahiro Mori, un experto en robótica de origen japonés que propone incluso una función matemática que explica este fenómeno: y=f(x)
La explicación de Mori sobre estas respuestas emocionales de aversión hacia lo semi-humano se relacionan incluso con las manos, piernas y otras prótesis que intentan reemplazar la estructura humana. Para Mori, era importante reconocer y diferenciar el propósito de cada robot y cómo iba a relacionarse con los humanos. Alrededor del mundo existen robots que interactúan con nosotros, sin embargo su impacto tiene que ver con su funcionalidad, ya sea como robot industrial, juguete o acompañante.
Es necesario mencionar que el ser humano atraviesa constantemente por procesos de complementación de su realidad, es común que en ocasiones intente hallar rostros humanos o expresiones faciales en objetos inanimados o simples casualidades en la composición de un objeto, es decir, da un significado “humanizado” a todo aquello que ha surgido por su propia mano. Un ejemplo de esto es cuando, juntando los elementos de una máquina, alcanzamos a verle dos ojos y una boca, este proceso es denominado pareidolia, gracias al cual podemos proyectar nuestras emociones. Cuando este fenómeno resulta más realista, hasta el punto de imitar por completo nuestra proyección, la alteración de nuestras emociones se ve comprometida y nos ocasiona sentimientos de temor, de este modo comenzamos a atravesar las variaciones del valle inquietante.
Las fluctuaciones del Valle inquietante
Existe una tabla de comparación propuesta por Mori, en la que observamos los distintos grados en que nos acercamos poco a poco a una aversión más alta. En la tabla se observa el eje X (horizontal), que compone objetos que van de mayor a menor parecido con el ser humano, en el eje de la Y (vertical) se observa cómo cambia la familiaridad del cerebro conforme a los rostros que observe.
Cuando un objeto se acerca más al parecido con el ser humano, más familiar nos parece, por lo que nuestra comodidad o tranquilidad aumenta. Sin embargo, cuando esa relación es casi real existe una fluctuación que decrece otorgando valores negativos, en este punto están todos aquellos robots y creaciones que a nuestros ojos lucen “extraños” “terroríficos”, etc., es cuando nuestro cerebro nos alerta a que nos alejemos de dicho objeto, pues podría ser peligroso. Posteriormente nuestra comodidad es completa cuando un objeto real se aparece ante nosotros, la normalidad de su aspecto es ahora la superación del valle inquietante.
Referencias en la cultura
¿Has visto alguna vez la película de “El expreso Polar”? ¿Crees que tengas la misma reacción hacia sus personajes comparándolos por ejemplo con los de la película “Los Increíbles”? Las diferencias en estos dibujos de animación pueden parecer muy pocas, sin embargo son tan drásticas que ponen en juego la identificación emocional con el personaje en pantalla e incluso con todo el filme.
Un oso de peluche imita a un animal de la realidad, sin embargo al mostrarse “inocente” “débil” o hasta “tierno” nuestra comodidad aumenta y la cercanía del objeto es sencilla, lo mismo ocurre con el personaje robótico principal de la película “Wall-e” las expresiones de ternura y sonidos inofensivos descienden nuestra molestia.
¿Te ha ocurrido alguna vez? ¿Has atravesado por aquel misterioso Valle Inquietante? Comenta tu opinión de manera constructiva.