La muerte de un niño, como algo que va contra natura, nos golpea en lo más hondo. La muerte de nuestros mayores, aunque dolorosa, podemos verla como «ley de vida», pero la de los niños, no. El dolor es insoportable en el caso de los padres de la criatura. De este profundo desconsuelo arranca la historia de la que se conoce como «la momia más bella del mundo».
La triste historia de la momia más bella del mundo
Rosalía Lombardo nació en Sicilia un mes de diciembre de 1918. Cuando estaba a punto de cumplir los 2 años contrajo una neumonía y, tristemente, falleció. Era el 6 de diciembre de 1920. Sus padres estaban desolados. El padre, Mario Lombardo, oficial de infantería y la madre, María Di Cara, habían contraído matrimonio unos meses después del nacimiento de la niña y según explicaron los que los conocieron, los meses hasta la muerte de su hija fueron muy felices.
En medio de la desolación, Mario Lombardo, pidió a Alfredo Salafia, el más famoso embalsamador de la época, que hiciera lo posible por conservar el cuerpo de su hija. Salafia así lo hizo y consiguió lo imposible, que Rosalía, 90 años después de su muerte, parezca dormida. El padre llevó el cuerpo embalsamado de su hija a las catacumbas de los capuchinos de Palermo, a la sala de los niños, fue uno de los últimos cuerpos en ser admitidos en esa cripta. El féretro de la niña debía ser trasladado un tiempo después, pero debido a las constantes visitas de sus familiares, algunos de ellos residentes en el extranjero, se decidió que permaneciera visible en las catacumbas capuchinas. Actualmente no es posible ver el cadáver de la niña, ya que lo han retirado de la visita pues empezaba a mostrar ligeros signos de descomposición.
Hace unos años se hizo famosa porque corrió el rumor de que abría los ojos. Es totalmente falso, naturalmente. Se comprobó que sus ojos nunca estuvieron totalmente cerrados y según como le daba la luz podía parecer que parpadeaba.
¿Cómo lo hizo Salafia para conseguir un efecto tan increíble? El embalsamador escribió en un cuaderno de notas, encontrado recientemente, el procedimiento que seguía. Salafia inyectaba un compuesto de ácido salicílico para matar los hongos, sales de zinc para que el exterior permaneciera rígido, alcohol para secar y formalina contra las bacterias. Además daba un tratamiento final con glicerina para evitar la sequedad excesiva. Según unas pruebas que se hicieron al cuerpo hace unos años (rayos X), los órganos están sorprendentemente intactos.
Mario y María tuvieron un hijo dos años después de la muerte de la niña y un año después una hija, a la que le pusieron el nombre de su hermana muerta: Rosalía. Hoy en día, gracias a los avances de la medicina, nos hemos ahorrado todas esas muertes infantiles a las que tan acostumbrados estaban en época de nuestros abuelos y bisabuelos.
Si te ha interesado esta historia, quizá quieras leer el artículo sobre las increíbles momias de Tarim.
Imágenes: