Las calaveras de cristal son un enigma más de la arqueología, un reto para los curiosos y los amantes de lo extraño que han inspirado (entre otras) a la película de Indiana Jones. Pero existen, son reales a la vez que fascinantes, calaveras cortadas en cristal o cuarzo que han aparecido en Sudamérica y Centroamérica, y cuya autoría, se asocia nada más y nada menos que a la civilización maya.
Leyendas, controversias, maldiciones… el cristal traslúcido de sus cadavéricas formas, apenas asoma la verdad de su inquietante misterio.
¿Cómo las crearon?
Científicos como el Doctor Jaime Maussan, nos dicen que los mayas debían tener unas técnicas bastante especiales para poder pulir y esculpir estas calaveras, siendo un material tan sumamente duro. En la actualidad se disponen de 5 piezas excepcionales, pero se sabe que hay muchas otras falsas. Las que se han revelado como auténticas, tienen unos mil años de antigüedad.
La más famosa de entre todas las calaveras, es la conocida como el «Cráneo del Destino», descubierta por Mitchell-Hedges. Quién tuvo la suerte de verla frente a frente, quedó asombrado de inmediato por la perfección con la que está detallada: los dientes, las fosas oculares y, en especial, esa mandíbula dotada de movimiento. Se trata de un reto científico para el cual aún no se ha dado una respuesta, nadie entiende cómo los mayas pudieron crearlas con esa afinada perfección.
Pesa 5 kilos y tiene unos 13 cm de altura. Es por su forma menuda por la que muchos piensan que se trata de un cráneo femenino, ahí donde el escultor (o escultores) pulieron al máximo la base y las fosas oculares para aportar a la pieza un brillo realmente espectacular. Su dureza es de siete sobre diez en la escala de Mohs, algo que viene a demostrarnos que un objeto así solo podría tallarse con técnicas muy avanzadas como la láser. Pero recordemos que la pieza tiene 1000 años de antigüedad.
Dice la historia que fue la hija del explorador británico F.A. Mitchell-Hedges quien encontró la calavera. La niña, de 10 años, dio con ella en unas ruinas mayas de Lubaantum, Belize, mientras su familia se encontraba en las labores propias de excavación con la idea de buscar las huellas de la antigua Atlántida.
Cuando se llevó la calavera a diversos laboratorios para ser estudiada se descubrió que no habían utilizado herramientas metálicas para esculpirla. La calavera estaba elaborada en pura roca cristalina en un proceso de construcción que pareció alargarse entre 150 y 300 años. Generaciones y generaciones de mayas que la fueron puliendo a base de arena.
Pero, ¿Qué significado tienen las calaveras de cristal?
Se desconoce. Los apasionados en ufología afirman que las culturas antiguas americanas quisieron darle un homenaje a inteligencias superiores de otros mundos, es decir, alienígenas. La otra vertiente de la balanza apuesta por una respuesta más razonable: los aztecas y mayas las tallaron por sí mismos en homenaje a sus antepasados.
Se piensa que era un trabajo familiar, heredado de padres a hijos que se encargaban de ir puliéndola a base de friccionar arena sobre el cuarzo o el cristal. Un ritual entre la comunidad con alguna nota religiosa o espiritual asociada pero aún no comprendida.
La leyenda sobre las calaveras de cristal se sustenta además sobre otro interesante pilar: la idea de que existen 13 calaveras de cristal en el mundo a tamaño natural; de momento solo tenemos 5, pero cuando todas esas piezas se junten, según todos aquellos aficionados al misterio, el hombre tendrá acceso a un conocimiento fuera de lo común. ¿Realidad, fantasía Tolkiana? Quién sabe, de momento lo más importante sin duda es seguir ahondando en el interior de esos cráneos luminosos y traslucidos, intentando adivinar su secreto. Hoy en día disponemos de las siguientes calaveras, pero no se descarta que a lo largo del tiempo, vayan apareciendo nuevas piezas:
- SKULL OF DOOM: Descubierta en 1927 por Mitchell-Hedges
- MAYAN: Descubierta en San Augustine, Aczahuanthan, Guatemala, en 1912
- ET: Descubierta en 1906 en Guatemala.
- CALAVERA DE PARÍS
- CALAVERA DE LONDRES: El museo lo compró en Tiffany’s de Nueva York en 1898 por 120 libras. Gemela de la de Mitchell-Hedges.