En un post anterior hablamos de los orfanatos, esos sitios en donde acogían a los niños huérfanos. En muchos países era un tema de salud pública lo que debía hacerse con los niños abandonados. Obviamente no podían matarlos, como si fuesen perritos o gatitos, así que en distintos sitios del mundo surgieron las guarderías infantiles, que en sus inicios servían para cuidar y “guardar” a los niños, y que luego se convirtieron en lugares terribles, en negligentes guarderías infantiles donde lo que menos pesaba era el bienestar de los niños.
Acompáñanos en este vuelo rasante para observar de cerca cosas terribles e inhumanas, como éstas. No es una lectura agradable, pero sí necesaria.
Las perturbadoras y negligentes guarderías infantiles de 1912
En Inglaterra, en Estados Unidos, en Australia, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, fueron corrientes las “baby farms”, literalmente granjas de bebés, que se fundaron, por un lado, como una ayuda a las madres pobres y solteras que no podían mantener a sus hijos, y por otro, como una manera de tener ingresos.
Estas mujeres colocaban a sus bebés allí y pagaban, por supuesto, al menos la mitad de su sueldo para que estuviesen bien alimentados y cuidados. La iniciativa era loable, claro está, pero la realidad pronto demostraría que la codicia humana no conoce de límites.
Estas guarderías solían proliferar dentro y fuera de las ciudades, y sólo bastaba ser propietario de una casa y aceptar niños. Recuerda que en aquel tiempo no existían muchas regulaciones y cuidados especiales para la infancia, y llegaron a haber muchísimas de estas casas que contaban diez o más bebés y una sola persona para cuidarlos. Además, ten presente que por cada bebé se pagaba entre 3 y 7 dólares semanales, lo cual volvía muy lucrativas a las guarderías.
Entendamos: era un negocio, aunque algunas mujeres abrieran estas granjas de bebés por amor a ellos. En realidad, eran pocas, o ninguna, las que podrían pasar un mediano examen: todas presentaban serios problemas de limpieza, no había el más mínimo control de seguridad, el hacinamiento de los niños volvía a estas negligentes guarderías infantiles los peores sitios para un bebé.
Solían utilizarlas también aquellas mujeres de sociedad que no querían dar publicidad a “deslices”, y las familias pagaban buen dinero por mantener en silencio a estos bebés no deseados. A pesar de la cantidad de dólares que entraban, pocos de ellos se destinaban al cuidado infantil.
Hubo un caso muy sonado en Estados Unidos, en Chicago específicamente, en 1912. Había en verdad numerosas granjas de bebés, tantas, que un reportero del Sunday Tribune decidió hacer una investigación. Estas granjas estaban situadas en distritos pobres, rodeadas de edificios casi en ruinas.
Se hizo pasar por un padre en busca de un lugar adecuado para su pequeño hijo de un año, y en la primera que visitó su escándalo fue total. La atendía una mujer de mediana edad, que intentaba hacerse cargo de entre 8 y 10 niños pequeños, aparte de dos suyos, bajo terribles condiciones de pobreza. Todos parecían famélicos, y lloraban; al reportero le parecieron «cadáveres de pajaritos, que abrían sus pequeñas bocas en busca de alimento».
Si eso no parte el alma, pocas cosas lo pueden hacer. Hay que precisar que en aquella época hacían revisiones periódicas de estas negligentes guarderías infantiles, y una de las regulaciones era el no permitir más de 4 niños en una casa. Pero no se cumplían, como podemos constatar.
El reportero visitó varias granjas de bebés, y todas mostraron la misma suciedad en los lugares donde debían estar los bebés; hubo algunas en donde encontró más de 12 niños pequeños en lamentables condiciones. Prácticamente morían de hambre, y ni siquiera hervían la leche que les daban. Cestas de ropa sucia con niños, camas donde dormían hasta 8 bebés, en todas las esquinas y superficies cestitas de bebés con bebés dentro… sin el menor cuidado. En los patios proliferaban gatos, y latas y basura a menudo eran los juguetes infantiles cuando los sacaban fuera, aunque en muchas ni siquiera eso les permitían a los niños.
A los niños mayores se les reservaba un trato especialmente cruel: no les daban de comer, y cuando se portaban mal los ponían horas de pie contra la pared, les lavaban la boca con cepillo y jabón y los amenazaban si decían algo.
Los reportes posteriores dieron a conocer datos escandalosos: en una guardería murieron dos niños de hambre, en otra, aparecieron niños con sus deditos quemados; en otra más los chiquillos fueron azotados por algún asistente.
En muchas de estas negligentes guarderías infantiles se encerraba a los chicos, y eso por variadas razones; por ejemplo, los vecinos se quejaban del excesivo alboroto que hacían, o la “granjera” era muy orgullosa y no quería que nadie se enterase de que debía cuidar a niños ajenos para mantenerse, o porque temían enfermedades contagiosas de recién nacidos dejados en las casas; por ello escondían a los chicos, y la realidad permanecía oculta.
Las noticias sobre estos hechos hicieron que los gobiernos locales supervisaran más de cerca estas penosas guarderías, sin embargo (y esto aún sirve para nuestros días), si la atención decae no será extraño volver a encontrarse con estas horrendas prácticas y con el maltrato infantil.
Si te interesó el tema, sin duda querrás conocer la triste historia que buscaba ser castigado para escuchar su nombre.