La justicia, a través de la leyes establece cómo deben ser la relaciones entre las personas, las instituciones privadas o públicas, países, etc autorizando, permitiendo pero también prohibiendo y penalizando acciones en la interacción de los mismos, algo absolutamente necesario en cualquier sociedad para hacer posible la convivencia y garantizar la armonía entre las personas y dentro de este sistema los castigos son una parte fundamental por lo que han sido utilizados por todos los pueblos de la historia, veamos entonces cuáles eran los peores castigos que se podían imponer durante la Civilización Persa
La Civilización Persa y sus castigos
Cuando una situación nos sobrecoge particularmente es un clásico oír exclamaciones del tipo “…si existieran peores castigos, no ocurrirían estas desgracias”, durante la Civilización Persa no creo que nadie pudiera lamentarse por el castigo impuesto a los peores criminales, pues para ellos tenían estipulado el suplicio de la ceniza.
Para llevarlo a cabo habían construido una torre de tortura de 23 metros de altura, totalmente hueca, a fin de crear una especie de pozo, al fondo del cual habían colocado una especies de ruedas, cubiertas de cenizas y brasas, que podían moverse desde el exterior para poder crear una gigantesca batidora donde poder remover al condenado una vez cayese desde lo más alto de la torre. De esta forma el criminal no moría inmediatamente, sino que lo hacía lentamente, y con terribles dolores provocados por las heridas de la caída, mientras las cenizas iban taponando sus orificios respiratorios ahogándolo hasta la muerte.
Los ladrones no lo tenían mucho mejor, ya que para el robo los persas inventaron la lanzadera humana que consistía en hacer un tirachinas usando al procesado como elástico, ingenioso, ¿verdad? Tomaban dos árboles que estuviesen bien distantes y con cuerdas los mantenían unidos por las ramas para así poder atar al ladrón por sus extremidades a estas ramas, de manera que la mitad del cuerpo quedase sujeto a un árbol y la otra mitad al otro.
Una vez hecho soltaban las cuerdas que mantenían unidas las ramas y el hombre salía disparado en ambos sentidos despedazando al condenado por la mitad…
Pero no sólo los criminales y ladrones tenían castigos atroces, las personas con importantes cargos dentro de la sociedad como los jueces tampoco estaban a salvo, pues para ellos si caían en la tentación del soborno, se les condenaba a la muerte por degollación, arrancándoles la garganta de cuajo para seguir haciendo lo mismo con toda la piel de su cuerpo.
Una vez degollado y desollado, con la piel del juez forraban la futura silla donde se sentaría el próximo juez, para que éste tuviese siempre presente cuál podría ser su fin si aceptaba un soborno.
Seguramente todo esto es cuanto menos salvaje pero seguramente desmotivaba ¿No crees? Comparte este post con tus amigos y contadnos vuestras opiniones.