La caballería medieval surgió en Europa a finales del siglo X, como una institución militar y política, económica y social de gran relevancia. Como su nombre lo indica, los caballeros medievales eran los guerreros que combatían a caballo. Este guerrero pertenecía a la cristiandad latina.
Para ser nombrado caballero, un hombre debía ser de noble cuna; a partir de los 8 años, más o menos, comenzaba a servir a un caballero como paje, y luego como escudero, y finalmente, a los 20, era ascendido a caballero por sus superiores –generalmente el rey–, mediante una ceremonia, que llegó a ser tan prestigiosa que muchos nobles pidieron ser nombrados caballeros.
Lo cierto es que cada vez más los jóvenes, incluso los de clase baja, anhelaban convertirse en caballeros medievales, lo que generó una prueba selectiva llamada “espaldarazo” o “palmada”.
En esta ceremonia, el joven escudero debía prestar un juramento solemne de servicio leal a su rey, ser valiente y proteger a los indefensos, así como ser cortés con las mujeres. Esto se conocía como el código de caballería.
Los caballeros medievales llegaron a ser tan importantes que algunos de ellos también fueron reyes (de hecho, nombraremos aquí a varios), lo que no necesariamente significa que hayan sido los mejores gobernantes. Pero sí contaban con la suficiente riqueza como para mantener a sus caballos y a sus hombres, lo que les permitía formar ejércitos, y fue lo que a la larga los convirtió en una clase social de gran prestigio.
Los 5 caballeros medievales más valientes
1. Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1048-1099)
Todos los que pertenecemos a la cultura hispánica, los que hablamos español, conocemos desde el colegio a esta figura que la historia ha pintado con visos románticos y heroicos. Es nada menos que el protagonista del cantar de gesta más importante de la literatura española, El Cantar de Mío Cid, transcrito por allá por 1200.
El Cid fue importante en la Reconquista de los territorios ocupados por los árabes en España, y no sólo fue un arrojado guerrero sino un estratega original y desconcertante en el campo de batalla; según los expertos, su táctica era mitad cristiana y mitad mora. Incursionaba con sus tropas de caballería en ataques rápidos –lo que se conoce como razia o algara–, manejaba por igual el cálculo y la improvisación y se convirtió en un verdadero luchador, lo que le valió el mote de “Campeador”, o experto en batallas campales.
Pero no sólo peleó para el rey Sancho II de Castilla y su hermano Alfonso VI, también lo hizo para los señores musulmanes, lo que ha significado que se lo describa como un mercenario, esto es, un soldado profesional que presta sus servicios a cambio de dinero. La verdad era que él luchaba bajo sus propias órdenes, y llegó a ser querido tanto por los cristianos como por los árabes (Cid es “señor”, en el árabe dialectal). Nuestro caballero castellano murió en Valencia en 1099.
2. Godofredo de Bouillón, el “Protector del Santo Sepulcro” (1060-1100)
Fue un destacadísimo militar en la Primera Cruzada. Era también el duque de Baja Lorena (Países Bajos). La primera cruzada la convocó el papa Urbano II para liberar los “lugares santos” del islam, y Godofredo fue uno de los primeros caballeros medievales en acudir al llamado.
Vendió una gran parte de sus dominios para financiarse su ejército, con el que se presentó en Constantinopla en 1096, y allí brindó vasallaje al emperador bizantino a cambio de tropas y comida. Tras numerosas victorias en batallas contra los musulmanes (las de Nicea, Antioquía, o Dorilea), se convirtió en el jefe de los cruzados; éstos lo convirtieron en rey de Jerusalén en 1099, pero Godofredo declinó el título pretextando “humildad cristiana”, y prefirió el de “Protector del Santo Sepulcro”.
Es el héroe de dos cantares de gesta, la Canción de Antioquía y la Canción de Jerusalén. En la época, fue la personificación del caballero medieval.
3. Ricardo Corazón de León (1157-1199)
Conocido también como Ricardo I de Inglaterra, fue rey entre 1189 y 1199. Es el rey de Robin Hood, y le decían “corazón de león” por su valentía extrema y su disposición al combate. Su madre fue Leonor de Aquitania. Luchó en la Tercera Cruzada; su vida fue una continua lucha por el poder y el trono de Inglaterra, lo que lo llevó a enfrentarse a su padre, Enrique II de Inglaterra, y a sus hermanos Godofredo, Felipe y Juan Sin Tierra.
Era el caballero en toda la extensión del término: un guerrero audaz, generoso y galante. Cuando daba su palabra, respetaba los compromisos hasta la muerte. Su impulso guerrero lo llevó a permanecer apenas 6 meses de su reinado en Inglaterra, y además desviar recursos para apoyar su cruzada y otras campañas de guerra en Francia.
Conquistó Sicilia y Chipre, y los historiadores aseguran que no tenía piedad con los conquistados: masacraba sin remordimientos a aquellos que se le resistían. Murió en Francia gracias a una herida infectada.
4. Eduardo de Woodstock, el Príncipe Negro (1330-1376)
Hijo del rey Eduardo III de Inglaterra y padre de Ricardo II, Eduardo de Woodstock fue el primer duque de Cornualles de la historia, y desde su nacimiento fue el heredero a la Corona, pero murió antes de reinar, convirtiéndose así en el primer príncipe de Gales que no fue rey.
Amaba apasionadamente la guerra, tanto, que a los 16 años fue un destacadísimo soldado en la batalla de Crécy, y luchó contra los franceses en la Guerra de los Cien Años. No contento con esto, participó en cualquier conflicto internacional que requiriera de su presencia, como en la guerra de sucesión de Castilla, donde peleó junto a Pedro I El Cruel. En una de las batallas más famosas, la de Nájera, contrajo una enfermedad que lo llevaría a la muerte en 1376.
Hay dos versiones de por qué le llamaban “Príncipe Negro”: una alude a que siempre llevaba una armadura negra; la otra, a su conducta hacia los prisioneros franceses. Pero las fuentes indican que tal vez los rumores de matanzas terribles fueron una exageración francesa.
5. Henry V de Inglaterra (1387-1422)
Entramos ya en las postrimerías de la Edad Media, la muerte de uno de los caballeros medievales más valientes sucedió en la segunda década del siglo XV. Fue nombrado caballero a los 12 años, en medio de una batalla, por el rey Ricardo II, quien lo tenía de rehén para que su padre, el rey Henry IV, midiera su comportamiento. Y de nuevo fue nombrado caballero por su padre, tiempo después.
Reprimió una rebelión irlandesa y derrotó los ejércitos de dos jefes ingleses que se habían sumado a ella, y se dice que de los galeses aprendió las tácticas guerrilleras que luego usaría contra los franceses.
Cuando llegó al trono, quiso recuperar las tierras de Plantagenet –al menos hacía 200 años que Juan Sin Tierra las había perdido–, que él consideraba suyas. Recordemos que Enrique de Plantagenet, el padre de Ricardo Corazón de León y segundo esposo de Leonor de Aquitania, poseía dominios en Francia, y Henry V era descendiente de la casa Plantagenet; por eso decidió ir a la guerra contra Carlos VI de Francia, el “rey loco”.
Planificó una invasión al país galo y logró una absoluta victoria en la batalla de Agincourt; como parte de la victoria, se casó con Catalina de Valois, hija del rey francés.
Se cuenta que cuando conquistó la ciudad de Harfleur, envió un mensaje al rey francés ofreciéndole resolver el problema del trono con un torneo entre ellos dos, pero el Delfín rehusó. Fue inmortalizado por Shakespeare en su famosa tragedia, Henry V.
Hubo muchos más caballeros medievales que demostraron su valentía y su templanza, pero ya a partir de los siglos XV y XVI, esta figura va perdiendo brillo hasta llegar a la parodia por antonomasia de la caballería, Don Quijote de La Mancha, que abrió otras puertas hacia el “ser caballero”, tal vez más acordes con nuestra sensibilidad moderna.
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