La barba es el pelo que crece en el cuello, el mentón, los pómulos y debajo del labio inferior de los hombres. La costumbre de lucirla o no, ha variado a lo largo de la historia, y tanto se ha atribuido al varón que la lucía sabiduría, virilidad o poder, como se ha considerado símbolo de dejadez y poca higiene. Lo que nunca pensó el protagonista de esta historia: Hans Staininger, es que pasaría a la historia por se el hombre que murió por pisarse su propia barba.
El hombre que murió por pisarse su propia barba
Hans Staininger era «Capitán de la ciudad» en Braunau am Inn, una ciudad fortaleza situada a 60 km de Salzburgo, en Austria. Este cargo, para el que fue elegido siete veces consecutivas por sus conciudadanos, conllevaba el dirigir la defensa de la ciudad ante cualquier peligro que la amenazase.
El 28 de septiembre de 1567, se declaró un pavoroso incendio en la ciudad de Braunau. Los habitantes fueron a buscar a su Capitán para que dirigiera las tareas de extinción y protegiera la ciudad, tal como tenía encomendado por su cargo. Al parecer, Hans, tenía una barba portentosamente larga. Ésta medía 1’5 m y se sabe que se la había tenido que recortar, por diversos motivos, al menos seis veces a lo largo de su vida. Su costumbre, cuando el largo de la barba le molestaba, era recogerla en el bolsillo superior de su chaqueta. Ese aciago día de septiembre, cuando los aterrorizados vecinos fueron a llamarlo, olvidó con las prisas enrollar la barba y guardarla en su sitio. Bajó la escalera precipitado, tropezó con ella y cayó golpeándose la cabeza. El daño fue tal, que a las pocas horas falleció.
La familia, le cortó la barba para guardarla como reliquia y, actualmente, puede verse en el Bezirksmuseums de Braunau am Inn. La figura de Hans Staininger es muy popular en esa zona de Austria y puedes encontrar estatuas del Capitán en varias fachadas de Braunau.
Parece que el asunto de las barbas largas es cosa de «Hans», pues el récord de la barba más larga de la historia, lo ostenta Hans Nielsen Langseth. Este noruego, en su juventud abandonó su país natal y se trasladó a EE.UU. donde, tras unos años trabajando como agricultor, decidió sacar rendimiento a su increíble barba y recorrió el país formando parte de un espectáculo de «fenómenos». Murió en el año 1927 y, en ese momento, su barba medía 5’33 metros de largo. En 1967 la barba de Hans fue entregada en donación al Departamento de Antropología de la Institución Smithsonian.