Las personas que pertenecen al ámbito religioso suelen despertar el respeto de sus conciudadanos independientemente de la religión que representen. Suelen considerarse personas entregadas que intentan hacer el bien a su alrededor. Como en todos los colectivos humanos siempre hay ovejas negras y por ese halo de bonhomía que los rodea son todavía más terribles los casos delictivos en los que son imputados. El caso que nos ocupa tiene en realidad un punto cómico ya que se trata de un pastor anglicano que atracaba bancos con la ayuda de su anciana ama de llaves.
El pastor anglicano que atracaba bancos con su anciana ama de llaves
Los hechos ocurrieron en Plymouth, en Inglaterra, en el año 1975. Un hombre de unos 30 años y con un curiosos bigote entró en un banco de esta ciudad para realizar un atraco. Para el robo no iba solo, lo acompañaba una mujer mayor que al parecer padecía una fuerte sordera. Se acercaron a la caja y mostraron al cajero un maletín. Al abrirlo quedó al descubierto un conglomerado de cables y baterías en medio de los cuales resaltaba una siniestra bombilla roja parpadeante. Amenazaron al personal con hacer volar la sucursal bancaria si no les entregaban inmediatamente todo el dinero. Consiguieron cerca de 2.000 libras y huyeron.
El atraco no pudo resolverse hasta un tiempo más tarde y por una coincidencia. Habían sido robados varios objetos del colegio Greylands en Paignton y uno de ellos fue a parar a una tienda de antigüedades de Torquay. El propietario del negocio reconoció el objeto y llamó a la policía. Ésta detuvo al vendedor del objeto robado que resultó ser el vicario de la iglesia de San Andrés de Paington. Confesó de inmediato.
Los feligreses de la parroquia estaban asombrados. El vicario, Stephen Care, era un hombre muy apreciado, simpático, tolerante y servicial. Su problema era el tren de vida que llevaba. Se había criado en un ambiente de extrema pobreza y no quería pasar ninguna privación. Gastaba el producto de sus robos en ropa y restaurantes. Además del atraco, bancario confesó haber robado vestiduras con joyas incrustadas de Buckfast Abbey, asaltado 3 vicarías de otros compañeros de donde se llevó objetos y dinero, robado antigüedades del ya mencionado colegio Greylands, e incluso haber hecho lo mismo a los feligreses de su propia parroquia. Sus fechorías se sucedieron a lo largo de dos años.
El ama de llaves, Stella Bunting, confesó que lo había ayudado en sus robos por voluntad propia y de buena gana, ya que pensaba que el reverendo era una especie de Robin Hood. El botín conseguido ascendió en total a 18.000 libras. Como la bomba del atraco era falsa y había un sincero arrepentimiento, finalmente fue condenado a 7 años de cárcel que en la apelación quedaron en 5. El obispo no lo apartó del sacerdocio aduciendo que lo que necesitaba en ese momento era el perdón, muchas oraciones y tratamiento psicológico.
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