El cuerpo humano suele tener reacciones a las que estamos acostumbrados pero cuyo origen, desconocemos. ¿Cuántas veces habremos dicho eso de «se me hace la boca agua» al ver algo que nos atrae? Sucede habitualmente cuando nos encontramos con comidas apetecibles, con jugosos bombones henchidos de chocolate crujiente y corazones de fresa, con golosinas que nos traen su travieso olor a gominolas, a nubes, o regalices… o a suculentos platos que ponen en ebullición nuestros jugos gástricos a la hora de comer.
Pero vamos un poco más allá. En ocasiones experimentamos esta salivación no solo cuando vemos algo relacionado con el paladar. A veces también nos pasa cuando vemos algo que nos atrae… un adorable cachorro, nuestro coche favorito, o ese actor o actriz que tanto nos fascina. ¿Por qué ocurre? No te preocupes, en Supercurioso también nos encanta saciar tu «hambre curiosa».
El reflejo de secreción gástrica
Bajo este enunciado tan poco poético y tan fisiológico, se esconde aquello que todos tenemos ahora en mente. En efecto, los famosos perros de Iván Pavlov. Aquel científico ruso que en 1890 etiquetó la ley del reflejo condicional observando algo que todos conocemos sobradamente. Cuando los perros de su laboratorio escuchaban el timbre, sabían que a los pocos minutos recibirían su ración de comida. Una simple asociación que les provocaba el empezar a salivar solo con escuchar ese sonido. Un condicionamiento simple que también nosotros experimentamos.
Basta con pasar por una tienda o un restaurante a la hora de comer, y ver cómo se sirven los menús, para al instante, empezar también a sentir ese aumento de saliva en la boca. Salivamos casi como los perros del querido Iván Pavlov. Ya sabes, experimentamos ese «clásico» ascenso nervioso que alborota nuestro estómago y que nos obliga decir aquello de «se me está haciendo la boca agua». Así pues, no se trata más que de un estímulo que capta nuestro cerebro y que de inmediato, pone en marcha la secreción de nuestros jugos gástricos y las glándulas salivares al ver algo que nos atrae. Imposible resistirse.
Los estímulos positivos y la saliva
¿Quién no se ha despertado alguna vez con un hilillo de saliva cayendo de la boca mientras estábamos durmiendo? A todos nosotros, sin duda. En ocasiones abrimos los ojos con un exceso de saliva que hemos de tragar mientras nos quitamos las legañas de los ojos. ¿Por qué ocurre?
Bien, todo está en realidad relacionado. Puede que no lo sepas, pero el producir saliva es vital para el ser humano, algo que a su vez está relacionado con nuestro ciclo biológico y nuestro estado mental. ¿Sorprendido? Así es, hemos de tener en cuenta que gran parte de esta salivación está relacionada con los estímulos positivos, con cosas que biológicamente son buenas para nosotros y nos hacen sentir bien.
No solo dormir o comer hace que sintamos «esa agua en la boca». La alegría y la emoción también genera esa respuesta en forma de saliva. Y aún hay más, la saliva hace que nuestras defensas se activen, que nuestro sistema inmunológico esté mejor. La boca debe estar húmeda para estar protegida.
Pero ¿qué pasa por ejemplo cuando sentimos miedo o estamos muy nerviosos? que sentimos la boca reseca, por mucho que traguemos no hay nada. Es decir, las respuestas negativas hacen que se eleve el nivel de adrenalina, y que dicho miedo, dicho estrés o ansiedad, reduzca el nivel de saliva provocando con ello que bajen las defensas y que seamos más vulnerables a virus y bacterias. Vale la pena tenerlo en cuenta.
Así que no lo dudes, deja que «se te haga la boca agua» tantas veces como sea posible. ¡Tu salud lo agradecerá! Si te ha parecido interesante este artículo no te pierdas tampoco 10 cosas que no sabes sobre tu cuerpo.