Hay personas que son capaces de engañar a naciones enteras con un aplomo que a la mayoría nos parece imposible. En Supercurioso os hablamos de 3 personas que asumieron otra identidad con mucho éxito. En esta ocasión os invitamos a conocer a la princesa de Caraboo, la impostora que se burló de toda Inglaterra.
La princesa de Caraboo, la impostora que se burló de toda Inglaterra
El caso de la princesa de Caraboo recuerda al del joven pianista amnésico que apareció en la costa inglesa hace unos años. En el año 1817, el día 3 de abril, un zapatero encontró caminando desorientada por la costa cercana a su localidad, Almondsbury, a una extraña mujer. Iba ataviada con extraños ropajes y hablaba de manera incomprensible para él. En un intento por ayudarla, la condujo hasta casa del juez de la zona, el señor Worrall. Esta pareja únicamente pudo sacar en claro que se llamaba Caraboo, que a la piña la llamaba «ananás» y que se sentía atraída por los objetos chinos, siendo además una mujer muy educada, cosa que observaron cuando le ofrecieron un té. El magistrado sin saber qué hacer, decidió enviarla a Bristol ya que pensó que era una mendiga.
La historia de la extraña mujer se extendió por la comarca y a la cárcel de Bristol acudió un marinero portugués que afirmó que posiblemente él podía entenderla. El marino dijo que la entendía perfectamente y que se trataba de la «princesa de Caraboo» que habitaba en Javasu, en el Océano Índico. Había sido raptada por unos piratas y tras un largo cautiverio había podido huir a nado al verse cerca de la costa. La mujer fue devuelta al juez: ya no se trataba de una mendiga, sino de una princesa. Los Worrall la acogieron en su casa y la presentaron a la sociedad local. Durante 10 semanas la princesa de Caraboo los engañó a todos. Le compraron ropas exóticas, vieron como rezaba a un dios llamado Alla-Tallah, se bañaba desnuda o utilizaba un arco y una flecha y toda Inglaterra se interesó por su historia. Su autenticidad también fue confirmada por un médico que señaló que unas marcas que tenía en su cogote eran fruto de la cirugía oriental.
Pasadas unas semanas un posadero llamado Neale la reconoció por los retratos que de ella se habían publicado en el diario de Bristol. Era Mary Baker, hija de un zapatero de la zona de Gloucestershire. Ella había inventado toda la historia ya que no tenía donde vivir. No se supo nunca si estaba de acuerdo con el marino portugués o fue una casualidad. Sus anfitriones, para librarse de las burlas que llegaban de todo el país, decidieron pagarle un pasaje a EE.UU. Se cree que estuvo en Francia y España interpretando el mismo papel, y hasta se habló de que enamoró al mismo Napoleón cuando estaba en la isla de Santa Elena. Volvió a Inglaterra años después, se volvió a casar y vivió de vender sanguijuelas para fines hospitalarios. Así es como acabó la popular princesa de Caraboo.
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