Queremos contaros uno de los hechos más curiosos que nos ha dejado la Historia. Un hecho que, apenas hoy, está en la memoria pero que poco a poco se está recuperando. Os vamos a hablar de unas gentes que les olvidamos…pero ellos a nosotros no. Se trata de los sefardíes, llamados así porque ellos decían que venían de “Sefarad”, es decir, España[1] en hebreo.
Los sefardíes
Corría el año 1492. En la península ibérica, caía el último reino musulmán de Granada en mano de los Reyes Católicos, dos reyes que habían unificado los dos reinos más importantes; Castilla y Aragón.
Mientras tanto, un navegante que dice llamarse Cristóbal Colón se ha presentado ante ellos diciéndoles que si navega hacia el Oeste puede llegar a las Indias y podría enriquecer unas arcas agotadas tras años de guerra.
En este momento de expansión, los Reyes Católicos toman una decisión que sorprenderá a todos. Firman un Edicto en la misma Granada que acaban de conquistar en el que, en el plazo de apenas tres meses, todos los judíos han de convertirse al cristianismo o marcharse de sus reinos.
Muchos se convertirán al cristianismo. Otros se bautizarán pero seguirán practicando sus festividades y ritos en la clandestinidad (lo que llevó a la creación de la Inquisición española).
La mayoría, sin embargo, decidirá marcharse.
El viaje de los sefardíes
No podemos explicaros con tan poco espacio cómo fue esa convivencia de las tres religiones, a veces buena o a veces mala, ni lo que aportaron a la cultura occidental. Esta vez vamos a contaros qué fue de ellos.
Mientras se preparaban unos barcos que iban a partir hacia el Oeste desconocido, y que sin saberlo descubrirán “un Nuevo Mundo”, otros barcos embarcaban a diferentes destinos. Importaba salir, no el destino.
El viaje fue diferente para cada uno. Mientras que para los que se asentaron en el Norte de África sufrieron ataques y atropellos, los que fueron al imperio otomano, que era un imperio floreciente en este momento, el sultán Bayezid II llegó a afirmar “Decidle a vuestro rey Fernando que le estaré siempre agradecido, pues ha empobrecido sus reinos para enriquecer los míos”. Se asentarán en las grandes ciudades otomanas como Estambul o Salónica, entre otras y aportarán al imperio otomano sus conocimientos en la artesanía, medicina, etc. Unos años más tarde, un último grupo acabaron asentándose en Inglaterra, Holanda y algunos puntos del Nuevo Mundo recién descubierto.
Los siglos pasaron y las comunidades sefardíes crecieron y se asentaron. Sin embargo, lo curioso es que mantuvieron siempre sus costumbres hispanas, conservaron esa lengua romance medieval y por supuesto su religión. Hará obras de teatro en castellano medieval en pleno siglo XX, escribirán periódicos para ellos en esta lengua y las abuelas les cantarán nanas a sus nietos sobre lugares que ni ellas saben dónde quedan. Se escribirán finalmente poesías de una nostalgia por una tierra que nunca han conocido o de lugares que para ellos son más mágicos que reales.
Tendremos que esperar hasta 1903 cuando el médico y senador español Ángel Pulido, en un viaje por la cuenca del Mediterráneo, conoció a un matrimonio sefardí. Ellos les contaron, en ladino, todo lo que recordaban que le relataban sus abuelos. El senador a su vuelta a España lo reescribió en castellano y lo tituló “Los españoles sin patria y la raza sefardí” en 1905 y así se redescubrieron ambas partes y se empezaron a tejer los primeros lazos.
La Segunda Guerra Mundial lo cambia todo
Por desgracia, llegó la Segunda Guerra Mundial y, con ello, el Holocausto nazi. Mucho sefardíes serán mandados a los campos de concentración. El mayor exponente será la ciudad de Salónica (una ciudad en el que la mayoría de la población era sefardí y la lingua franca era el ladino). Ocupada por los nazis, sólo sobreviviría un 5% de la ciudad sefardí por excelencia. Nunca más volvió a recuperarse.
Tras el fin del conflicto, la situación cambió irreversiblemente. Se creó el Estado de Israel en 1947 y muchos decidieron emigrar a su Tierra Prometida. Otros decidieron emigrar a países como EE.UU o Francia mientras que los que se quedaron vieron cómo sus nietos empezaban a entender el ladino pero no a hablarlo, pues ahora hablan más la lengua del lugar.
El ladino en la actualidad
La situación actual del ladino es de una lengua en peligro de extinción. En Israel se conserva como lengua de estudios universitarios y en España la Radio pública ofrece programas culturales totalmente en ladino.
Es interesante ver cómo la decisión de unos reyes o autoridades puede trastocar la historia de una comunidad. Por esta decisión, España se despobló de unas gentes que vivían aquí desde época romana y se aisló del mundo de alrededor en pos de una religión intransigente, empeñada en demostrar su “pureza” llevando el dogma de fe al extremo y olvidando a los otros.
Una de las leyendas más importantes de los sefardíes nos cuenta que los judíos expulsados en 1492, convencidos de que algún día podrían regresar a su casa, no sólo se llevaron sus costumbres sino también las llaves de sus casas. Y las llaves, como tesoros, pasaron de generación en generación a lo largo de los siglos a la espera de poder volver a ese país al que llamaban Sefarad.
[1] Entiéndase “España” como reminiscencia cultural de la península Ibérica de tiempos de los romanos, es decir, Hispania.
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