Es muy posible que el título te haya llamado la atención… ¿Cómo es posible que en una operación se diera un 300% de mortalidad? Lo habitual es que en una intervención, solo exista peligro para una sola persona: el paciente.
Bien, si a día de hoy estuviéramos en la sala de operaciones del ilustre Robert Liston, el peligro de perder la vida lo tendríamos nosotros, las enfermeras, los ayudantes y cualquiera que tuviera la mala suerte de pasar por su lado.
¿La razón? Te la explicamos a continuación, estamos seguros de que te va a dejar sin aliento.
Robert Liston, el bisturí más rápido de la historia
Empezaremos tranquilizándote. Robert Liston fue un cirujano escocés del siglo XIX. Su figura nos queda pues muy atrás, pero si hay algo que nos sorprende es que a pesar de ser muy conocido a día de hoy dentro del área de la cirugía, la historia popular suele nombrar a Liston como el especialista más peligroso en una sala de operaciones.
No obstante, vayamos por «partes». Estamos en una época en la cual, a los pacientes aún no se les administra anestesia, son tiempos en los que la ciencia todavía está experimentando en materia de sedantes, relajantes y en la forma de suspender el cuerpo en una insensibilidad adecuada para que cualquier intervención no ocasione sufrimiento o dolor a la persona.
En los años de Robert Liston, lo importante para evitar al paciente semejantes trances, era ser rápido, preciso y exquisitamente hábil. Nuestro protagonista solo contaba con la primera virtud. Y en ello, era sin duda el mejor, de ahí que lo llamaran «the fastest knife in the West End», el cuchillo más rápido de West End.
Se tienen testimonios de que era capaz de amputar una pierna en poco más de dos minutos. Que realizaba intervenciones en cuestión de segundos, hechos que incluso la propia Florence Nightingale registraba en sus diarios, puesto que Robert Liston eran tan conocido como admirado en ese aspecto: en su rapidez.
Ahora bien… ¿era la rapidez sinónimo de efectividad? En absoluto. A pesar de saber que en esta época el índice de mortalidad solía ser elevado de por sí a causa de infecciones posteriores, la operación podía llevarse a cabo de un modo preciso sin añadir un riesgo mayor a la propia recuperación posterior.
¿Te gustaría conocer ahora algunos de los hechos más conocidos sobre el historial de trabajo de Robert Liston? Te los explicamos, advirtiéndote eso sí, que pueden sensibilizar a más de uno:
- En poco más de 4 minutos logró eliminar un tumor escotral de 20 kg. En este caso, el paciente se reestableció de forma óptima. No obstante, otro paciente suyo no tuvo tanta suerte: a la hora de amputarle la pierna, se llevó también por delante un testículo.
- Un niño llegó a la sala de operaciones con un tumor de un rojo muy intenso en el cuello. Uno de sus colegas le advirtió que podría tratarse de un aneurisma en la carótida, pero para nuestro protagonista, el diagnóstico no podría ser ese porque el paciente era aún muy joven. Cogió el bisturí y punzó. El niño, lamentablemente, falleció a los pocos minutos. A día de hoy, la arteria se conserva en el museo patológico del «University College Hospital».
- Vamos ahora al caso más conocido. A ese hecho que le ofreció la coletilla de «el cirujano con un 300% de mortalidad en una operación». Fue durante otra intervención en la que debía amputar otro miembro de una persona enferma. Tal tarea requería una fuerza considerable y una gran rapidez para no ocasionar más dolor del necesario.
Tal vez no controló esa fuerza, porque en medio de ese movimiento fugaz con su bisturí, llevó a cabo el corte en el paciente, amputó los dedos de su ayudante en la intervención y cortó también a una tercera persona que se hallaba en la mesa de operaciones viendo la intervención.
El paciente falleció días después de gangrena. Al igual que su ayudante. En cuanto al espectador, perdió la vida a causa de un infarto al experimentar aquella visión esperpéntica y sanguinaria.
Podríamos decir que se juntó la fatalidad y la falta de antibióticos para tratar los postoperatorios… Ahora bien, puede que también el propio cirujano se excediera en su propia seguridad. Eran otros tiempos, no cabe duda, ahí donde la medicina andaba aún a tientas en la oscuridad de la falta de medios, de higiene, y de los conocimientos que tenemos ahora.
Aunque…¡Quién sabe lo que pensarán de nosotros en un futuro cuando recuerden nuestras técnicas actuales! Si te ha gustado este artículo, conoce también qué es el tercer estado de conciencia.