Hay personas en el mundo que son capaces de arriesgar su vida por los demás, por aquellos a los que no conoce pero que necesitan ayuda. En la historia de la humanidad encontramos numerosos ejemplos de valentía y generosidad sin límites. Uno de esos maravillosos seres humanos fue Irena Sendler, la mujer que salvó a 2.500 niños del Gueto de Varsovia.
Irena Sendler, la mujer que salvó a 2.500 niños del Gueto de Varsovia
A veces, viendo películas o documentales, vemos aparecer personas que fueron niños durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos estuvieron en campos de concentración y otros vivieron en el Gueto de Varsovia. Ante las terribles imágenes, las preguntas surgen sin querer: ¿cómo consiguieron salir vivos de los campos del horror? ¿Cómo escaparon del Gueto de Varsovia? Una de las personas que consiguió esa hazaña fue Irena Sendler, conocida como «El ángel del Gueto de Varsovia».
Irena Sendler nació en Varsovia en febrero de 1910 en el seno de una familia católica. Su apellido de soltera era Krzyzanowska y era hija de un afamado médico polaco, que murió de tifus en 1917 contagiado asistiendo a los enfermos que sus colegas no querían tratar. Muchos de ellos eran judíos. Un grupo de estos últimos, agradecido, pagó los estudios de enfermería de Irena. La lucha de esta mujer contra la discriminación que sufrían los judíos empezó ya en su época de estudiante y siguió más tarde desde su puesto de trabajadora social y enfermera del departamento de bienestar social del ayuntamiento de la capital polaca.
Cuando los nazis invadieron su país y crearon el Gueto en Varsovia, ella junto con su compañera Irena Schultz consiguieron permiso de los alemanes para entrar en él, alegando una posible epidemia de tifus. De esta manera consiguieron sacar a más de 2.500 niños del Gueto, haciéndolos pasar por enfermos o escondiéndolos en cajas y sacos. Los niños no conocían su verdadero nombre, sólo su apodo «Jolanta». En su carro solían llevar un perro que ladraba cada vez que veía a un nazi y así camuflaba los sonidos de los niños. Irena guardaba una lista de las verdaderas identidades de los niños judíos para que, cuando acabara la guerra, pudieran recuperar su identidad.
En 1943, los nazis la capturaron y la sometieron a terribles torturas para que confesara el nombre de las familias que habían acogido a los niños. Le quebraron las piernas y los brazos, pero ella no los delató. Finalmente, fue condenada a muerte, pero un soldado alemán la dejó escapar. Los miembros del grupo de ayuda a los judíos «Zegota», al que Irena pertenecía le proporcionaron una nueva identidad. Finalizada la guerra, entregó las listas para tratar de reunir a padres e hijos, pero prácticamente todos los progenitores habían muerto en el Gueto o en campos de concentración.
Durante la época comunista el tema del nazismo fue silenciado e Irena sufrió un acoso gubernamental por ser socialista y no comunista. Años después, fue premiada por su acciones en favor de la humanidad y su historia dada a conocer. Al salir su foto en los periódicos fue reconocida por muchos de los niños a los que había salvado y que solo la conocían por su apodo. Le fue otorgado el título de «Justa entre las naciones» por la Yad Vashem de Jerusalén, el gobierno israelí la hizo ciudadana honoraria de Israel y el gobierno polaco la nombró «Dama de la Orden del Águila Blanca», la más alta condecoración del país. Murió en Varsovia en mayo de 2008 a los 98 años.
Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, contestó:
«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad.»
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Imágenes: Niños judios G. de Varsovia, Mariusz Kubik,