Las ansias colonizadoras del ser humano no tienen límites. Nuestro afán por conocer y por abrirnos nuevos caminos no solo en nuestro planeta, sino fuera de él, abre un jugoso campo de posibilidades solo visto en películas de ciencia ficción. La terraformación es una compleja y singular palabra que sin duda te provocará extrañas y desconcertantes ideas, pero ¿qué es exactamente? Puede que hayas visto la última entrega de la película de Superman, “El hombre de acero”. En un momento dado, los kryptonianos inician un peligroso plan para conquistar nuestro planeta y hacerlo habitable para su raza: lo transforman. Mediante una poderosa máquina inician un proceso de alteración para conseguir las características propicias de atmósfera y terreno, con las que poder colonizar nuestro pequeño planeta haciéndolo apto para su propia raza.  Algo tan asombroso como terrible a la vez…

Vivir en otros planetas

¿Por qué no? La idea lleva tiempo en las agendas de las grandes superpotencias mundiales, las agencias espaciales ya lo han intentado en numerosas ocasiones mediante proyectos como Mars One o SpaceX, proyectos con los que alcanzar dominios marcianos, lunares o jupiterianos… ¿El inconveniente? La atmósfera, la ausencia de agua, la radiación, condiciones físicas y ambientales tan hostiles que solo cabe una solución: la terraformación.

La finalidad sería pues alterar la atmósfera y la concentración de agua a través de procesos químicos muy afinados, mediante nuevas fórmulas avanzadas que hoy en día se llevan a cabo mediante experimentación en laboratorio. Ha sido precisamente un reputado ingeniero americano, Ken Roy, quien presentó su propio proyecto en el Congreso Starship, financiado por esa famosa empresa que se ocupa de todo aquello que esté relacionado con nuevas tecnologías para viajes espaciales: la Icarus Intelestar.

Terraformación

El ingeniero argumentó la necesidad de utilizar placas protectoras de Kevlar para conseguir la creación de nuevas atmósferas capaces de albergar vida. Estas placas están adaptadas a altísimas temperaturas, a la corrosión y a los golpes. Pero en el Congreso muchos le llamaron la atención sobre un inconveniente más que evidente ¿Qué hacemos con la gravedad?

Roy respondió que debíamos mantener la esperanza, y que la barrera de la gravedad no tiene por qué ser un inconveniente si se desarrollan nuevas tecnologías con las que poder “reutilizar” esa flotabilidad en beneficio propio, sugiriendo la idea de la construcción de nuevos artefactos aéreos de transporte, medios que podían servirnos para colonizar aún más fácilmente esos planetas inhóspitos. Y más aún, este ingeniero profético comentó que tampoco deberíamos preocuparnos de la radiación, se podría construir una especie de “escudo” capaz de protegernos mediante los cuales poder aprovechar mejor los recursos del planeta.

Pero claro está, detrás de este llamativo optimismo quedan factores esenciales como: ¿Debemos invertir tantas cantidades de dinero para semejante proyecto? ¿Cómo llevamos todos esos recursos a los planetas elegidos para iniciar la Terraformación? Y…quizá lo más importante ¿Es ético cambiar la naturaleza de un planeta alienígena en beneficio propio?