Las historias de vampiros pueblan el imaginario colectivo de varias generaciones desde que en 1897 el irlandés Bram Stocker publicara su novela «Drácula». Él se basó para escribirlo en sus conversaciones con un historiador húngaro que le habló de Vlad Drăculea. Stocker no inventó la leyenda de los vampiros, pero a partir de su novela se difundió por el mundo y todos sabemos cómo son y que características tienen. Pues bien, lo que parece fruto de la imaginación puede que no lo sea y que haya una enfermedad real tras el mito de los vampiros y el ajo.
Una enfermedad real tras el mito de los vampiros y el ajo
Hay varias características que nos pueden hacer pensar (hablando figuradamente) que alguien es un vampiro. La palidez del rostro y las ojeras, la extraña dentadura, el pánico a la luz y el rechazo a los ajos. En muchas películas hemos visto como los que no quieren ser mordidos por los vampiros se colocan una ristra de ajos alrededor del cuello o abren una cortina para que la luz caiga sobre el vampiro y acabe con él. Todas estas manifestaciones coinciden con una terrible enfermedad: las porfirias, y en especial la porfiria eritropoyética congénita.
Las porfirias son enfermedades metabólicas que tienen normalmente origen genético. Implican a las enzimas que se encargan de metabolizar las porfirinas. Éstas se producen en exceso, lo que causa una serie de trastornos y entre ellos algunos que acercan la enfermedad a las características de los «vampiros».
Intolerancia al ajo – El consumo de ajo hace que aumenten las porfirinas y que disminuyan los componentes del grupo hemo, causando en los afectados una forma de la enfermedad mucho más grave y dolorosa. De ahí que los afectados por las porfirias rechacen el ajo.
Además de esta característica existen otras igual de importantes:
Palidez de la piel – Debido a la ausencia de componentes del grupo hemo los enfermos sufren anemia lo que produce la palidez de la piel.
Fotosensibilidad – En muchos casos la luz solar produce lesiones dérmicas en forma de ampollas dolorosas que suelen infectarse. Por ese motivo rehuyen la luz y prefieren salir al exterior cuando no haya sol, es decir, por la noche.
Alteraciones dentarias – Es otra de las características de la porfirias, por un lado la dentadura adquiere una tonalidad rojiza que parece sangre y por otra hay un retraimiento de las encías, que puede hacer que las piezas dentales parezcan más grandes, por ejemplo los colmillos.
Según algunos especialistas, es muy posible que las primeras descripciones de vampiros fueran tomadas de alguna persona que padeciera porfiria. Además, éstos hacen contar que uno de los remedios que se daba a estas personas en tiempos pasados, debido a la anemia, era consumir alimentos a base de sangre ya que se creía que aliviaban los síntomas. ¿Qué opinas? ¿Podrían estar las porfirias en la base del mito de los vampiros y el ajo?
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