El viernes 13 es considerado en muchos lugares del mundo como un día fatídico. Ya hablamos en otro artículo de la unión del número 13 con creencias cristianas, como las 13 personas que se sentaron a la mesa en la Última Cena o que fue precisamente un viernes 13 el día en que crucificaron a Jesús.
Sin embargo, es desde la Edad Media cuando esta fecha se une irremediablemente a un “sombrío” incidente. Hoy en Supercurioso queremos ahondar un poco más en uno de los días de la mala suerte por excelencia, pero para llegar hasta allí tenemos que empezar por el principio. ¿Nos acompañas en este viaje al pasado?
Una orden con gran poder
Año 1118 d. C., han pasado algunos años desde que se crease el Reino de Jerusalén tras la Primera Cruzada. El actual rey Balduino I está más preocupado por organizar el reino que por la seguridad de los caminos, que todavía son un peligro para todos los peregrinos que acercan hasta Tierra Santa. Muchos caballeros combatientes en la Primera Cruzada han decidido quedarse para proteger a toda persona que quiera viajar hasta allí. Es en este momento cuando Balduino I ofrece una serie de privilegios a 9 caballeros para que se ocupen de la protección de los caminos y de los peregrinos. Entre estos privilegios les concedió poder instalarse en la mezquita de Al-Aqsa, lo que un día fue el famoso Templo de Salomón.
Estos 9 caballeros, liderados por Hugo de Payns, crearían la famosa Orden de los Caballeros Templarios, orden de monjes guerreros que tomaron su nombre, precisamente, de este Templo. Cuenta la leyenda que bajo los cimientos del Templo encontraron un gran tesoro, hay quien dice que encontraron el mismísimo Santo Grial, que les permitió crecer rápidamente y conseguir un gran poder. En los casi dos siglos de existencia de la Orden, esta se convirtió en la gran prestamista de los reyes más poderosos de occidente como el rey de Inglaterra o el rey de Francia. Se dice que fueron los precursores de la contabilidad moderna, utilizando libros de cuentas y otros medios de cobro y pago como la letra de cambio. Pese a todas las riquezas y bienes materiales que poseían, todo hombre que quisiera ingresar en la Orden debía cumplir el voto de pobreza. Este voto se explica si tenemos en cuenta que ningún caballero era propietario de cosas materiales a título personal, sino que todo eran bienes de la propia Orden como conjunto.
Traición y caída
Uno de los deudores más famosos de los Templarios y, precisamente, el que les llevaría a su final fue Felipe IV, rey de Francia. Estamos a principios del siglo XIV, Francia está fuertemente endeudada y su rey no ve el momento de apoderarse de todos los bienes de la Orden, además cada vez tiene más miedo del poder que van ganando día a día y su idea de crear un Estado fuerte, en el que todo este poder recaiga en su persona, está más viva que nunca.
Por esta razón, Felipe IV comenzó a presionar al papa Clemente V que, sin oponer demasiada resistencia, acabó cediendo a las presiones del rey. Con la Iglesia de su parte y ayudado por Guillaume de Nogaret, que dirigió el proceso contra los Templarios, el rey acusó a la Orden de herejía, sodomía, adoración de ídolos como el Baphomet y de escupir sobre la cruz, entre otras cosas
El rey mandó órdenes a toda Francia que se debían seguir la madrugada del 13 de octubre de 1307, viernes. Esas órdenes, además de citar todas las acusaciones contra la Orden, especificaban su captura y la retirada de todos sus bienes. Esa madrugada de un viernes 13 de octubre se inició una verdadera Inquisición contra los Templarios en la que se detuvo a numerosos caballeros, así como al Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay.
El comienzo de la leyenda
Todos los caballeros detenidos fueron sometidos a las peores torturas tras las cuales la mayoría acabaría confesando todo aquello que se les atribuía. Siete años tuvieron que esperar desde ese día los máximos dirigentes de la Orden, entre ellos Jacques de Molay, para ser castigados de manera ejemplar. El 18 de marzo de 1314, de Molay y otros tres miembros de la Orden fueron finalmente quemados en una hoguera que se dispuso en la Isla de los Judíos, en París, no sin que antes el último Gran Maestre se retractase de todo lo que se les había acusado.
Es también en este punto cuando, según la leyenda, Molay sentenció lo siguiente:
«Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!… A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año…»
Leyenda o no, ambos morirían en el plazo de un año, primero el papa Clemente V, a los 33 días, y más tarde Felipe IV, el 29 de noviembre de 1314.
¿Y vosotros qué pensáis? ¿Maldición y destino o mano templaria?
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