La mayoría de historias de vampiros tienen su clásico contexto en Europa. Pero a la hora de hablar de casos de vampirismo «supuestamente» reales, existen dos historias impactantes que hunden sus raíces en el noreste de Estados Unidos, justo en Nueva Inglaterra.
Fue en Rhode Island donde se tejió un complejo drama familiar en esa época donde la enfermedad, el miedo y la tradición levantaron una serie de relatos bien documentados que no han podido ser olvidados desde entonces. Te aseguramos que hay partes de la misma, que no son aptas para «estómagos sensibles», así que te animamos a que completes la lectura de este artículo, sólo si te ves capaz…
Vampiros en Rhode Island
Estábamos a punto de llegar al siglo XVIII. El señor Stuckeley, por aquellos años, disponía de una próspera plantación en la región de Rhode Island. Hacía tiempo que esta colonia había declarado la independencia a la Gran Bretaña y se alzaba en su batalla particular, por avanzar mediante una economía agraria que ponía ya sus miras en vista de la industrialización.
Pero el señor Stuckeley era un firme defensor de los viejos valores. Jamás dejaría la vida en el campo para irse a la ciudad, sus antepasados habían llegado a esa tierra próspera y era ahí donde deseaba ofrecer un futuro a sus hijos. A sus 14 hijos. Pero en ocasiones, no era fácil, a veces la cosecha no era tan buena como esperaban y llegaba la hambruna, la enfermedad... El desastre.
La primera en fallecer fue su hija Sarah. Tiempo después, le siguieron otros 5. Lo terrorífico llegó cuando la madre de la familia y esposa del señor Stuckeley, afirmó que en ocasiones, solía ver rondar por el exterior de la casa a Sarah. En un principio no quisieron dar importancia a ese comentario. Pero, poco a poco, el resto de los niños, comentaban que por las noches, Sarah solía ir a sus habitaciones para sentarse sobre ellos. Sobre sus pechos. No les dejaba respirar…
El padre de la familia empezó a preocuparse. No habría hecho caso de esos comentarios si día tras día, su corazón, no hubiera visto a sus niños cayendo enfermos víctimas de una debilidad extrema. Hasta fallecer. Así que lo tuvo claro, pidió un permiso y, a los pocos días, exhumó el cuerpo de su hija mayor y de los otros seis que también habían fallecido.
Los seis niños aparecieron en el ataúd en pleno proceso de descomposición. Sus rostros no evidenciaban nada particular salvo el propio proceso natural de descomposición. Pero el auténtico impacto llegó cuando abrieron el féretro de Sarah. Parecía dormida. Sumida en un sueño tranquilo y placentero. Su padre y el resto de la comunidad de Rhode Island lo tuvieron claro: era un vampiro.
¿Y qué hicieron? Abrieron el cuerpo de la muchacha, le extrajeron ese corazón henchido de sangre fresca y después, quemaron los restos. Días después falleció un hijo más de la familia, pero porque estaba muy débil. Sin apenas fuerzas. Pero tras esa triste pérdida, no llegó más la fatalidad a la familia. Nunca volvieron a ver a la hija mayor rondar la casa ni ningún niño volvió a enfermar.
¿Terminó aquí la supuesta historia de vampirismo en Rhode Island? En absoluto. Cien años después volvió a repetirse el relato con la familia Brown. Una vez más, fue la hija mayor la primera en fallecer: Mercy Brown. Tras ella, le siguió la madre y dos hijos más.
George Brown, el padre de la familia, viendo que estaba a punto de perder a uno más de sus hijos, a Edwin, decidió también exhumar los restos de todos esos miembros fallecidos. Vio el cuerpo de su mujer y de dos de los niños sumidos en la clásica putrefacción. No así a su bella hija Mercy. Y al igual que hizo el señor Stuckeley con la joven Sarah cien años antes, acabó quemando su cuerpo y extrayendo su corazón.
Es en este punto donde se bifurca un poco el relato. Para algunos historiadores, lo que hizo el señor Brown fue quemar el corazón y dárselo a modo de poción al pequeño Edwin. Otros explican que lo que cogió fue su hígado, elaborando una singular medicina para el pequeño. Pero fuera como fuera, tampoco pudo salvar la vida del hermano de Mercy.
Los datos de esta historia fueron publicados en «The Providence Journal». Como ves, ambas historias comparten las mismas lineas, de ahí que en ocasiones se confundan o incluso se piense que es el mismo acontecimiento con fechas equívocas. Lo único que nos aclaran los historiadores es que en estos siglos, la zona de Rhode Island estuvo muy azotada por enfermedades como el tifus o la tuberculosis. Eran tantas las personas que fallecían, que el miedo empezó a traer la superstición.
A día de hoy, cuando en alguna ocasión se ha levantado algún viejo cementerio de Rhode Island para cambiarlo de lugar o alzar sobre él algunas obras de reconstrucción, es frecuente encontrarse ataúdes donde los huesos, han sido revueltos y dispuestos a modo de cruz, o incluso maniatados para que el cadáver, no volviera a levantarse para «enturbiar» la vida de los vivos...
Si te ha gustado esta historia, conoce también otro caso real de vampirismo: «El vampiro de Turquía». Y si eres un/a fantatico/a absoluto del tema, te dejamos una sugerencia literaria: «Todo lo que debe saber sobre los vampiros reales» César Alcalá. Editorial Belacqua, 2009.