El demonio, según la tradición secular, puede tomar muchos aspectos diferentes con tal de atraer a los humanos hacia el mal. Los súcubos, de los que ya os hablamos en Supercurioso, son seductores demonios femeninos, mientras que los íncubos son demonios masculinos que se acuestan con mujeres. Entre los primeros, existe uno con nombre e historia propia: Abrahel, el sexual y perverso demonio que toma forma femenina.
Abrahel, el sexual y perverso demonio que toma forma femenina
A Abrahel se la conoce como «la reina de los súcubos». Es un demonio nocturno y es descrito por primera vez en 1581 por Nicolás Remy en su libro «Demonolatría». Abrahel toma la forma de una mujer alta, delgada y de formas exuberantes, que sin embargo no puede ocultar algo extraño en su porte.
La leyenda más conocida entorno a este súcubo nos retrotrae al siglo XVI, a un pueblo del valle del Mosela, en Francia, en el que habitaba un pastor llamado Pierrot con su único hijo. El hombre se enamoró locamente de Abrahel y ésta para ceder a sus pretensiones le pidió a cambio la vida del niño. Pierrot, enajenado, accedió y le dio a su hijo una manzana envenenada. Muerto el niño, el pastor se arrepintió de lo que había hecho y suplicó a Abrahel que le devolviera la vida a su hijo. La demonio para resucitar al infante le exigió que la adorara eternamente como si se tratase de un dios. Pierrot lo hizo y el chico volvió a la vida. Sin embargo, había algo raro en él; su apariencia era lúgubre, estaba más delgado, no era tan inteligente y sus actos eran muy lentos. En realidad no había resucitado, sino que el demonio había entrado en él dándole una apariencia de vida. Pasado un año, el diablo abandonó el cuerpo y el niño volvió a morir. Inmediatamente el cadáver empezó a oler de una manera tan desagradable y nauseabunda que Pierrot no tuvo más remedio que enterrarlo rápidamente en un campo alejado de la casa sin decir nada a nadie.
Otra de las leyendas sobre Abrahel dice que puede tomar el cuerpo de la mujer deseada y ser fecundada en su lugar. Una vez ocurre esto se apodera del feto, se nutre de él y finalmente se produce un aborto. Pero no acaba ahí, se queda en el útero y provoca un sangrado cada vez que la mujer mantiene relaciones sexuales. Es muy difícil y doloroso extirparlo, pero si no se hace a la larga efectuar el acto sexual será imposible. Esta última leyenda hace pensar que a lo largo de la historia la existencia de estos demonios, súcubos o íncubos, se ha utilizado para explicar hechos y enfermedades que en aquel momento eran inexplicables o para atemorizar a la población y evitar que cometieran determinados «pecados» relacionados con el sexo. Hoy en día, han quedado las leyendas sobre ellos que son realmente curiosas.
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