El final del Tercer Reich, el 8 de mayo de 1945, significó el comienzo de una política desnazificadora potente, cuyo motor era sembrar la culpa colectiva. Fue un período intenso. Los países aliados que se enfrentaron a Alemania en la Segunda Guerra Mundial calificaron a todos los alemanes, sin excepción, como cómplices del Holocausto.
Bajo este hilo, los Aliados estaban determinados a “depurar” de raíz a la sociedad de los rastros de un macabro sistema ideológico que a día de hoy sigue liderando la lista de los peores acontecimientos de la historia.
Franklin D. Roosevelt llegó a sugerir que había que enseñarle al pueblo alemán su responsabilidad por la guerra, “y durante mucho tiempo deberían tener solo sopa para desayunar, sopa para comer y sopa para cenar”. No fue así a modo exacto cómo lo hicieron, pero la terapia de shock fue implacable y los soldados alemanes tuvieron un tratamiento especial que detallarás a continuación.
1945: Soldados alemanes reaccionan a imágenes de un campo de concentración nazi
Las calles que antes mostraban un mar de material propagandístico alusivo a la ideología nazi, se plagaron con imágenes devastadoras de asesinatos a millones de judíos, opositores y grupos minoritarios, ejecutados a sangre fría por el ejército de Hitler.
Este despliegue fotográfico se entrañó vorazmente en la consciencia de la nación, pues, además de registrar los horrores orquestados por los nacionalsocialistas, en los retratos se leían mensajes como: “esto es tu culpa” o “esta atrocidad la hiciste tú”, con los que señalaban a todos por los crímenes. Entre ellos imperaba un silencio cómplice a juicio de los Aliados, que no era más que un terror profundo a ser perseguidos y asesinados, porque este era el destino que compartían los que se oponían abiertamente al régimen. Aunque es innegable que muchos alemanes eran fieles al sistema fascista.
Las televisiones nacionales también se activaron con la campaña de culpa colectiva, transmitiendo películas que recreaban los horrores en los campos de concentración. Todos sabían sobre la existencia de aquellos espacios de tortura y muerte, e incluso muchos vieron con sus propios ojos asesinatos masivos en espacios públicos, pero no conocían con precisión la magnitud de lo que ocurría en esos confinamientos infernales.
Los Aliados dispusieron de cualquier medio de comunicación para extender las agudas terapias de choque, a fin de sensibilizarlos a todos e inocular un fuerte repudio a lo ocurrido. En Alemania, con la caída del Tercer Reich, las memorias de la desgracia estaban más vivas que nunca.
Sin duda el efecto de esta política tuvo que haber sido demoledor en los ciudadanos comunes. Pero ¿qué hay de los que sí tuvieron participación en las masacres? ¿Sintieron pena al ver el resultado de sus desmanes? ¿Dolor? ¿Culpabilidad? ¿Apatía? te invitamos a que desplaces la mirada en cada uno de los rostros presentes en este retrato:
Ellos son soldados alemanes, prisioneros de guerra en campamentos americanos, que por estar implicados directa o indirectamente en tales vejaciones, fueron sometidos a la política desnazificadora de los Aliados con mayor intensidad. En esta fotografía captada en el interior de un teatro, y expuesta en el Museo del Holocausto, en Estados Unidos, se muestran reacciones interesantes mientras eran obligados a observar imágenes de un campo de concentración.
Algunos soldados miraban fijamente cada escena, como si se tratara de una película regular que despertó su interés. No destilaban ni una pizca de remordimiento. Sin embargo, a otros no les fue sencillo seguir detallando lo que se reproducía en pantalla… cubrían sus caras como si les avergonzara o indignara lo que allí registraban. También había quienes veían el documental sin despegar la vista, pero absortos en sus propios pensamientos. Parecía que reproducían en sus mentes recuerdos inéditos del Holocausto.
Entre ese grupo de hombres se encontraban los que seguían fervientemente la filosofía nazista antisemita y nacionalista, también había quienes buscaron defender a Alemania en la Segunda Guerra Mundial por mero patriotismo. Incluso los que fueron obligados a unirse a las filas nazis bajo amenazas de muerte, a ellos y a familiares, y cualquier otro tipo de tortura psicológica…este grupo sí que no tenía otra opción.
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Imágenes: Museo del Holocausto.