“Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No debimos haberlo hecho…. ni siquiera aprendimos lo suficiente de esta misión, como para justificar la pérdida del animal”. ¿Por qué el viaje de Laika, el primer perro en el espacio, atormentó tanto a Oleg Gazenko, uno de los científicos involucrados en la expedición? Acompáñanos a descubrir datos muy tristes, poco contados, sobre esta perrita a quien se le recuerda por su valioso aporte a la ciencia, pero cuya muerte pudo haber sido evitada.
5 cosas muy tristes que no nos contaron sobre Laika, el primer perro en el espacio
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Laika estuvo enjaulada durante semanas en celdas cada vez más pequeñas
El entrenamiento para que Laika pudiera abordar la diminuta nave soviética Sputnik II con la mayor naturalidad posible fue intenso. Uno de los ejercicios más impactantes consistió en que se mantuviera encerrada por 20 días en jaulas que gradualmente se hacían mucho más menudas. El objetivo era simular las condiciones dimensionales a las que se sometería al animal dentro del vehículo espacial. Laika y otros perros que también fueron reclutados para la misión como animales de respaldo, contaban con el espacio apenas necesario para acostarse y sentarse, nada más que esto. Los canes despavoridos y afectados por la claustrofobia, a las pocas semanas comenzaron a enfermar de estreñimiento, dejaban de comer, entre otras dificultades de salud que Laika pudo superar.
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El día del despegue Laika estaba aterrada
El 3 de noviembre de 1957 el mundo estaba expectante. Ese día, Laika se convertiría en el primer ser vivo en orbitar la Tierra. Una misión que jamás habría sido capaz de comprender con la lógica humana, pero su corazón parecía intuir lo que ocurría en ese momento. Ya a bordo de la nave soviética, las pulsaciones de Laika eran el triple de lo normal, también su respiración se encontraba agitada. La perrita astronauta entró en pánico durante el despegue, y aunque logró calmarse un poco mientras realizaba el recorrido fuera de la atmósfera, más adelante su corazón sufriría una conmoción aún mayor, hasta que dejó de latir.
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Su muerte no fue tan pacífica como se divulgó
No fue hasta el 2002 que se conoció la verdad sobre el desenlace de Laika, la perrita callejera que habría sido elegida para afrontar uno de los más grandes retos de la historia de la humanidad: conquistar el espacio exterior. Los soviéticos repetían hasta el hastío que Laika murió pacíficamente, sin sufrimiento, después de que se desplazara durante seis días en la nave Sputnik II. Decían que, para no extender su dolor con las numerosas complicaciones que podrían suscitarse en el espacio, habían preparado un alimento envenenado con el que le evitarían penas todavía peores. En este caso aseguraron que lo ingirió cuando se había quedado sin oxígeno. Era lo que la gente esperaba oír, pues antes del gran viaje, cientos de personas trataron de detener la misión con protestas y misivas, al considerar que abusaban de seres indefensos en nombre de la ciencia. Y a la crítica los científicos respondieron:
«Esto no se ha hecho por el bien de la crueldad, sino por el beneficio de la humanidad».
Pero Dimitri Malashenkov, un científico que trabajó en la misión, confesó que Laika murió de manera horrible, en algún instante del cuarto circuito alrededor de la Tierra. ¿La causa? 7 horas después del lanzamiento, el Sputnik II sufrió sobrecalentamiento por un fallo en el sistema térmico de la nave. Sus últimos minutos de vida fueron trágicos. La perrita cosmonauta sufrió hasta que su cuerpo no pudo resistir más. Laika murió sofocada, experimentando temperaturas superiores a 40 grados Celsius (100 ° F). Nada que sorprendiera al equipo soviético encargado de llevar a cabo la hazaña, ya que el vehículo espacial fue construido sobre la marcha.
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Se desintegró reentrando a la atmósfera
Más allá de la medianoche del 14 de abril de 1958, varios testigos quedaron aturdidos ante la visión de lo que se creía era un ovni. Observaban que un objeto con matices entre azul y blanco se apresuraba en el cielo con una velocidad impresionante. A medida que se aproximaba, adoptaba un aspecto flameante y una lluvia de pequeñas piezas metálicas comenzó a caer en la Costa Este de los Estados Unidos. Era el satélite, desintegrándose, junto con el cuerpo de Laika, después de cinco meses del histórico lanzamiento y 2.570 órbitas recorridas alrededor de la Tierra.
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La muerte de Laika era evitable
Por presiones de Nikita Jrushchov, primer secretario del comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética, el plan original de construir un satélite seguro, con el que cabrían más posibilidades de que Laika regresara con vida a casa y se planteara un mejor pronóstico para viajes espaciales futuros, fue modificado completamente. Jrushchov ordenó con fines propagandísticos que la nave estuviera terminada para salir el 40 aniversario de la Revolución Bolchevique. Los técnicos contaron con apenas cuatro semanas para ensamblar un satélite más o menos apto, capaz de transportar a un ser vivo a la órbita, pero no más. Los científicos sabían que Laika no iba a regresar porque el Sputnik II, a parte de contar con múltiples defectos técnicos que causaron el deceso de la perrita, no cumplía con los requerimientos para aterrizar a la Tierra sin explotar. Su viaje demostró a la humanidad que un ser vivo puede sobrevivir en órbita y soportar la microgravedad, con una nave mejor condicionada. En efecto, Laika abrió camino para que las misiones humanas tuvieran lugar, pero los soviéticos aspiraban a que quedase plasmado en la historia que ellos habrían sido los pioneros en enviar a un perro a un viaje espacial. Y con esta urgencia ocurrió lo que parte del equipo consideró como “una gran pérdida para la ciencia”. ¿Conocías este desgarrador costado de la historia sobre Laika, el primer perro en el espacio? Si te ha interesado el artículo, tal vez te gustará leer: Gemelos astronautas. El estudio que revela el efecto de estar en el espacio.