Mucho se ha escrito a lo largo de los dos últimos milenios sobre la existencia de un personaje crucial para una de las religiones monoteístas más importantes, como lo es el cristianismo.
Las pruebas de la existencia de Jesucristo han ido desde astillas de madera, restos de clavos, o efigies plasmadas en telas hasta revelaciones o textos muchas veces crípticos en donde se habla de “un hombre santo”.
Lo cierto es que la existencia de Jesucristo es un tema de debate continuo, hasta que, desde un punto de vista científico e histórico y con pruebas arqueológicas irrefutables, se logre afirmar –o negar– su presencia física en el mundo.
Sin afán de polemizar, hasta entonces sólo la fe es la fuerza mayor para decir que sí existió. Y debemos precisar que muchos historiadores, cristianos y no cristianos, creen que sí lo hizo, aunque la principal fuente y evidencia sea la Biblia.
6 pruebas de la existencia de Jesucristo revisadas
1. Astillas y fragmentos de la Santa Cruz
Una de las pruebas de la existencia de Jesucristo que han ofrecido siempre son, precisamente, astillas y trozos de la cruz donde fue crucificado.
Tal y como lo dijo Calvino en el siglo XVI,
“no hay abadía tan pobre que no tenga una astilla, y en otros lugares hay grandes fragmentos, como en la Santa Capilla de París, o en Roma. Pero si se recogieran todos los pedazos que aseguran ser de la Santa Cruz, se haría una inmensa. Sin embargo, en el Evangelio se dice que un solo hombre fue capaz de llevarla”.
No hacen falta más comentarios en este punto. Es obvio que muchos de esos antiguos trozos de madera, que guardan como reliquias, no pertenecen a la cruz de Jesucristo.
2. Un descubrimiento inusitado: láminas de plomo
Hace unos años, se descubrieron 70 libros de plomo en una cueva de Jordania, y fueron considerados como los documentos cristianos más antiguos, siendo fechados por estudiosos en algunas décadas después de la muerte de Jesús.
Sin embargo, lo que llamaron “el descubrimiento más importante en la historia de la arqueología cristiana”, los códices de plomo, no han pasado todas las pruebas de autenticidad.
Según los estudios más recientes, las inscripciones grabadas corresponden, algunas, a una antigüedad de 2.500 años, y otras se remontan a los siglos II y III d.C., por lo que es imposible que hayan sido escritos poco tiempo después de la crucifixión.
Por otro lado, lingüistas y traductores profesionales de arameo han sometido los códices a rigurosas pruebas, y se dieron cuenta de muchas inconsistencias en los textos, como si quien los escribió hubiese colocado los caracteres sin ton ni son, sin saber qué significaban, dando como resultado textos disparatados.
En cuanto a las imágenes que aparecen, Peter Thonemann, un arqueólogo de Oxford experto en Grecia, asegura que son anacrónicas, y que una de ellas –que supuestamente es de Cristo–, es una imagen del dios Helios, proveniente de una moneda de la isla de Rodas.
Asimismo, asegura que estos códices de plomo fueron “forjados” en los últimos 50 años.
3. Los Rollos del Mar Muerto
Uno de los hallazgos arqueológicos más importantes, sin duda, fueron los Rollos del Mar Muerto, una gran cantidad de pergaminos y papiros encontrados en la década de los 40 en Israel.
Las pruebas de carbono 14 dataron este material entre el 150 a.C. y 70 d.C., y es una de las pruebas de la existencia de Jesucristo que también esgrimen cuando se trata de afirmar que sí existió.
En un solo lugar de estos rollos se hace mención a “un maestro de justicia”, que los que avalan la teoría del Sí dicen que se refiere a Jesús, mientras que los escépticos aseguran que puede ser cualquier hombre “santo” de la época. Por ello, no es concluyente.
4. La corona de espinas
Al igual que con las astillas y fragmentos de la santa cruz, hay todo un debate con la corona de espinas que, según los Evangelios, los romanos le clavaron en la cabeza antes de comenzar todo su calvario, como burla sobre su proclamación como el “rey de los judíos”.
Siendo las espinas un material orgánico susceptible de degradarse y desaparecer con suma facilidad, surgen muchas dudas sobre la autenticidad de una casi completa que se encuentra en la catedral de Nuestra Señora de París (aunque, para ser honestos, esta corona tiene una antigüedad de por lo menos 16 siglos), pero definitivamente no es de Jesucristo.
Y otro detalle igual de importante: esta corona está desprovista de espinas.
5. Los clavos de Cristo
En un documental llamado Los clavos de Cristo, emitido por History Channel en 2011, el cineasta Simcha Jacobovici relata la historia de dos clavos, supuestamente descubiertos en una tumba de 2.000 años de antigüedad, en Jerusalén.
La evidencia es completamente circunstancial, y luego del documental numerosos expertos desmintieron al realizador calificando la noticia como un truco publicitario. Pero resulta que muchas de las pruebas de la existencia de Jesucristo que tienen que ver con los clavos son insuficientes.
Por ejemplo, en 1911, el investigador inglés jesuita Herbert Thurston contó todos los clavos que a la sazón eran venerados como reliquias en toda Europa: llegó a la increíble cifra de 30, cuando se suponía que tres o cuatro clavos –esto también es tema de debate– habían sido los utilizados para clavar a Cristo en la cruz.
6. La Biblia
A pesar de todo, la Biblia sigue siendo la fuente más importante en las pruebas de la existencia de Jesucristo. Claro, aunque están los cuatro Evangelios oficiales, los canónicos, existen también muchos otros no aceptados por la Iglesia –llamados apócrifos–, y en ellos hay muchos detalles que difieren entre sí.
Pero también, y gracias a un estudio minucioso y exhaustivo, a través de los siglos se ha podido hacer un “perfil” de Jesús, el hombre; si bien estas pruebas se someten, como mencionamos al comienzo, al poder de la fe.
Creamos o no, sin duda Jesucristo es una figura formidable, y bien vale la pena seguir sus enseñanzas. Y es comprensible que Gandhi una vez dijera: “Me gusta Cristo, pero no los cristianos”, teniendo en cuenta lo que el ser humano ha llegado a realizar con esta religión como excusa.
Si quieres seguir explorando este tema, te recomendamos que leas nuestro artículo sobre el sudario de Turín.