Uróboros. La imagen de esta serpiente devorándose su propia cola, es, seguramente, una de las imágenes más elegidas a la hora de efectuar un tatuaje. Nos atrae y nos fascina. Se trata de un símbolo que dispone de una antigüedad considerable, casi 3000 años donde se nos demuestra que la naturaleza es cíclica, que los finales se reinician con nuevos inicios, haciendo discurrir la continuidad de la vida en una eternidad que nunca termina… Un bonito concepto que se ha asumido en numerosas películas y series de ciencia-ficción, configurando así un símbolo cargado de misticismo y magia.

Pero adentrémonos un poco más en el interesante «círculo» de los uróboros.

Orígenes del uróboros en el mundo clásico

Una serpiente o un dragón que se muerde la cola, de ahí su nombre: «ουροβóρος», «uróvoro», de oyrá, «cola», y borá, «alimento». Una imagen que vemos en numerosos testimonios artísticos de la época, como la cámara del sarcófago de la pirámide de Unis, en el 2300 a. C.  Un símbolo tradicional del que ya nos hablaba también Marco Aurelio: “Todas las cosas desde la eternidad son de formas semejantes y dan vueltas en círculos”, es decir, en la mentalidad clásica se buscaba ante todo un eterno retorno, un modo de escapar lo “profano” para entrar, al final,  en un tiempo “sagrado”. Un ciclo no lineal que generaba un cambio místico para la persona.

El uróboros, a su vez, representaba fenómenos como el sol o las olas del mar, fenómenos circulares y naturales de gran energía y trascendencia para la humanidad. Una imagen asociada a su vez al mito de Sísifo y Helio, por ejemplo, con ese astro solar capaz de emerger cada día para después, hundirse y morir en el horizonte. Es decir, a cada final le corresponde a su vez un nuevo renacer, para enlazar una perpetuidad eterna y un infinito que no acaba nunca. Ciclos que se inician y que vuelven a empezar, llenándonos de conocimientos, de simbolismos y esperanzas.

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 ¿Historias condenadas a repetirse?

El símbolo del uróboros tuvo gran tradición en la alquimia. Se solía representar esta figura con dos colores, el verde se asociaba al inicio, al principio de las cosas, mientras que el rojo,  venía a demostrar el logro o el haber conseguido el «Magnus Opus», la gran obra. Podríamos decir pues, que más que un modo de repetir las cosas una y otra vez del mismo modo y sin finalidad, el uróboros tiene históricamente la concepción de que nos ayuda a alcanzar algo mejor. Una transformación y, más aún, un modo de completar el círculo de nuestras existencias.

A simple vista, según los estudiosos de este símbolo, no hay nada más lejano que ver nuestra cabeza separada de «esa cola», de, por así decirlo, ese alimento. Nuestros objetivos parecen estar situados en una lejanía muy difícil de alcanzar. Pero, sin embargo, llegará un momento en que la cabeza alcanzará a la cola y será muy complicado distinguir donde empieza una y donde termina la otra. El círculo se habrá cerrado y, a su vez, empezará un ciclo nuevo.

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Este dragón o serpiente que se devora a sí misma, simboliza en esencia el tiempo y la continuidad de la vida, la unidad de las cosas materiales y espirituales… un signo con larga tradición que muchos han elegido como tatuaje para algún rincón de su piel.

¿Llevas tú quizá alguno de estos uróboros? Si es así no te pierdas tampoco la interesante historia de los tatuajes en este artículo.