La fascinación por las aves y sus cantos es una constante en todos los pueblos de la tierra, aprendemos a silbar sus melodías y hasta hace pocos años no era mal visto conservar aves en jaulas en las casas, para contar con su canto y su presencia. Este encanto, reflejado también en esa vertiente del turismo internacional que es la observación de aves, tuvo en un compositor francés del siglo pasado una variación original que nos ha dejado una obra musical extraordinaria.
¿Quién fue Olivier Messiaen?
Olivier Messiaen (1908–1992) fue compositor, organista, pianista, docente y ornitólogo. Ingresó al Conservatorio de París a los once años y a los veintitrés se convirtió en organista en la Iglesia de la Santa Trinidad de París, puesto que ocupó hasta su muerte. Como profesor de armonía y composición tuvo entre sus alumnos figuras tan destacadas de la música contemporánea como Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen o Iannis Xenakis, y se interesó y exploró en su música los ritmos de la antigua música griega, de la música de la India, Japón, Perú e Indonesia.
Hasta aquí sólo sería otro brillante compositor europeo del siglo XX, de no ser por dos elementos que han marcado y caracterizado su obra: una profunda devoción católica y la pasión por el canto de los pájaros.
Messiaen quería ser autor de:
«Una música que exprese el fin del tiempo, la ubicuidad, los santos, los misterios divinos y sobrenaturales”,
Por ello no es extraña la presencia del misticismo en sus piezas más destacadas, como Turangalila(sinfonía para piano y orquesta) o La ascensión (cuatro meditaciones sinfónicas para órgano). Su otra pasión, la ornitología, está presente en piezas como El despertar de las aves, pieza para piano y orquesta compuesta en 1953, en la que reprodujo el canto de 38 pájaros de distintas partes del mundo.
Y en otra pieza por la que hoy en día es más conocido y en la que incorpora por primera vez el canto de las aves: Quatuorpour la fin du temps.
El Cuarteto para el fin de los tiempos
En 1940 Messiaen fue capturado por los alemanes cerca de Nancy y trasladado a un campo de prisioneros de guerra entre Polonia y Alemania, el Stalag VIIIA, cerca de Görlitz. Allí, ante cinco mil prisioneros y sus vigilantes, estrena el 15 de enero de 1941 su Cuarteto para el fin de los tiempos, pieza para violín, violoncelo, clarinete y piano (que en esta ocasión tocó él mismo), inspirada en el Apocalipsis de San Juan y, seguramente, en los oscuros tiempos que estaban viviendo.
La pieza está compuesta por ocho movimientos, algunos extraordinariamente hermosos, como el quinto y el octavo. Pero en esta ocasión queremos destacar el primero, “Liturgia de cristal”, y el tercero, el “Abismo de los pájaros”, por la nítida presencia del canto de las aves en la composición de este autor, perdido por su amor a Dios y a los pájaros.
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