La palabra lobotomía nos rememora a tiempos pasados donde las técnicas médicas y psicológicas, se acercaban a campos realmente terroríficos. A día de hoy, esta técnica donde se destruye de forma parcial o total los fascículos nerviosos de un lóbulo cerebral, es casi inconcebible, pero durante buena parte del siglo XX era algo legítimo para tratar enfermedades como la depresión o la esquizofrenia. Seguro que ahora mismo te vendrá a la memoria el libro o incluso la genial película «Alguien voló sobre el nido del cuco», un retrato muy ilustrativo de las técnicas psiquiátricas más duras, donde además de la clásica terapia electroconvulsiva, su protagonista sufrió precisamente una lobotomía, quedando en estado vegetativo hasta que «Chief», un corpulento amerindio y compañero de sala, decide darle un final digno ahogándolo con una almohada.
A lo largo de la historia fueron muchas las personas que sufrieron una lobotomía como respuesta a un comportamiento o a unas enfermedades que no supieron ser tratadas. Hubo muchos casos anónimos de los que no sabemos nada, pero existen nombres conocidos que nos dan un ejemplo de su tragedia. ¿Quieres conocer los que son quizá los casos más conocidos?
1. Rosemary Kennedy
El caso de la hermana de JFK, Robert y Ted Kennedy fue el caso más famoso dentro de las personas lobotimizadas. Su triste historia no deja indiferente a nadie y más si ahondamos un poco en sus detalles. Rosemary era, por así decirlo, la oveja negra de la familia. Mientras sus hermanos eran brillantes en los estudios y auténticos líderes entre sus grupos de amigos, Rosemary era algo lenta. Probablemente padeciera dislexia e incluso un retraso muy leve, un borderline que con un apoyo adecuado le hubiera permitido llevar una vida normal y feliz.
Hemos de recordar que eran ocho hermanos, ocho ejemplos de competición entre ellos, de quiénes los padres esperaban mucho. Rosemary no podía medirse con ninguno de ellos y, llegada la adolescencia, surgió lo inevitable: las protestas, las rabietas y los comportamientos desafiantes. El padre de los Kennedy Joe Kennedy, no pudo con aquello. En especial cuando Rosemary empezó a tener un novio tras otro. Mientras John o Robert se acostaban prácticamente con quienes deseaban, el mayor riesgo para el patriarca era que su ingenua hija se quedara de pronto embarazada, así que buscó ayuda. Estábamos a principios de 1940, época en que la lobotomía se consideraba un medio muy adecuado para resolver trastornos psiquiátricos.
Joe Kennedy pensaba que aquella intervención elevaría el cociente intelectual de Rosemary, así que puso en manos del prestigioso doctor Walter Freeman todas las esperanzas. Fue la revista francesa Vingetun y el periodista Pierre Pratabuy, quienes reconstruyeron posteriormente esta trágica historia, trayéndonos la fotografía que puedes ver arriba. ¿Y tuvo un buen resultado? ¿Logró Rosemary ser tan brillante como sus hermanos? Desde luego que no. Todo lo contrario. La joven tenía 23 años en aquel día y tras la operación, adquirió una edad mental de un niño de tres años. Una discapacidad mental profunda que la obligó a quedar recluida en un hospital psiquiátrico privado al norte de Nueva York. Más tarde, iría a la Institución St. Coletta en Jefferson, Wisconsin. A partir de 1941 Rosemary dejó de salir en las fotografías familiares para ser, simplemente, un tema tabú dentro del seno de los todopoderosos Kennedy. Murió en el 2005 a los 86 años, viviendo siempre una vida discreta y a la sombra de las instituciones mentales, viendo, quizá, el final de gran parte de su familia en trágicas circunstancias….
2. Howard Dully
Si buscas la palabra lobotomía, una de las imágenes más conocidas que encontrarás será la de el niño Howard Dully, de 12 años. Quien sostiene el punzón metálico es de nuevo Walter Freeman, el médico norteamericano que intervino también a Rosemary Kennedy y que en su expediente contó con más de 3.000 lobotomías practicadas, a veces incluso 25 en un día. Lo más grave de este profesional de la medicina y la psiquiatría es que siguió practicando estas intervenciones a pesar de la llegada de los antipsicóticos como la clorpromazina. Para él esta práctica de seccionar las vías nerviosas entre el lóbulo frontal y los núcleos subcorticales era el único modo de deterner las conductas inapropiadas, o agresivas.
Pero ¿qué ocurrió con Horrard Dully? Su intervención fue en 1960. Era un niño inquieto y travieso que no se llevaba demasiado bien con su madastra. Después de que su madre falleciera por un cáncer, su vida cambió radicalmente y no supo muy bien cómo afrontarla. El doctor Freeman le diagnosticó esquizofrenia, algo muy arriesgado siendo solo un niño y, sobre todo, teniendo en cuenta que ningún otro profesional médico estuvo de acuerdo con esa conclusión. Fuera como fuera, la familia dio el consentimiento y el niño fue sometido a una lobotomía. Tardó décadas en recuperarse de aquella intervención. Estuvo institucionalizado durante años hasta que, ya adulto, pudo intentar hacer una vida normal. Pero no fue nada fácil. A día de hoy Howard tiene 66 años y ha dado en numerosas ocasiones su testimonio de cómo fue su existencia y de cómo las secuelas de aquella cirugía le cambiaron la vida.
3. Josef Hassid
Suele decirse que violinistas como Josef Hassid, surgen uno cada 200 años. Es más, se compara a menudo su maestría con la de Yehudi Menuhin, de ahí que el nombre de este joven polaco, nacido en 1923, sea recordado con una mezcla de nostalgia, admiración y tragedia. Era un virtuoso del violín, un niño prodigio ante el que se rindió media Europa y que hubiera alcanzado el mérito de convertirse en leyenda si, llegados los 18 años, no hubiera padecido una esquizofrenia. Tras ser recluido en un psiquiátrico durante un tiempo, se decidió que lo más conveniente sería sin duda practicarle una lobotomía. Con ello esperaban devolverle la calma y la estabilidad suficiente para seguir con su carrera. ¿Y cuál fue el resultado? Quedó institucionalizado, muriendo finalmente demasiado pronto, a los 26. Para darte un ejemplo de su arte, aquí te dejamos una pequeña muestra.
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