En su afán por ganar la guerra los nazis no dudaron en poner en práctica las ideas más peregrinas. En Supercurioso hemos visto algunos de sus inventos como el sistema para pulverizar ciudades y secar océanos. En esta ocasión queremos acercarnos a una de sus más increíbles locuras: La Hundesprechschule Asra, una escuela para enseñar a hablar a los canes y convertirlos en perros parlantes nazis.
Es increíble lo que los perros pueden llegar a hacer y aprender con un entrenamiento adecuado. Son unos animales sumamente inteligentes y siempre están deseosos de agradar a sus amos, pero pensar que puedan aprender a hablar o razonar es sencillamente alucinante.
La Hundesprechschule Asra, una escuela para perros parlantes nazis
El nombre significa «escuela para el lenguaje de perros Asra» o escuela para perros parlantes Asra y aunque parezca mentira funcionó desde 1930 hasta prácticamente el final de la Segunda Guerra Mundial. Estaba en Villa Viola, una casa situada a las afueras de Leutenberg (Turingia) en Alemania. La dirigía una mujer llamada Margarethe Schmidt.
La idea de hacer hablar a los perros no era algo nuevo en Alemania ya que desde finales del siglo XIX había grupos que defendían las habilidades para el razonamiento de los perros y creían firmemente en que era posible enseñarles a comunicarse y a contar, entre otras cosas. En esa época también se hicieron experimentos sobre una posible telepatía entre humanos y canes. Como existían estos antecedentes, cuando empezó la guerra, Margarethe se ofreció al Führer para crear perros parlantes que pudieran acompañar a los oficiales de la Wehrmacht.
Empezó su escuela, cuyo nombre «Asra» estaba dedicado a un animal prodigiosamente hábil que tuvo la «maestra», con 6 gran danés hijos de Asra y un terrier. Las noticias que salían de la escuela y de las exhibiciones que Margarethe hacía por los pueblos de la zona parecían ser muy prometedoras. Los que las vieron explicaron que los perros parlantes eran capaces de «decir la hora, describir a las personas y corregir las faltas de ortografía». Incluso un veterinario que visitó la escuela afirmó que los canes podían pronunciar algunas palabras pero que las estructura de sus aparatos vocales los limitaba, por lo que para ellos era más fácil utilizar un código de ladridos.
Analizado con posterioridad, todo fue un fiasco. En realidad a los perros, evidentemente, no se les enseñaron más que trucos de circo. Margarethe y su madre sobrevivían gracias a los espectáculos que hacían con los perros parlantes y a los alimentos que el partido les enviaba para mantenerlos. Finalmente, debido a que no se podían probar los progresos de los animales, dejaron de proporcionarles alimentos y al final de la guerra la casa se llenó de refugiados y Margarethe y su madre tuvieron que trasladarse a Berlín.
Aunque este episodio de la guerra fue comentado especialmente en la prensa británica, nadie entre los aliados pensó nunca que esos perros fueran a suponer ningún tipo de peligro o ventaja en la contienda. ¿Habías oído hablar de estos perros parlantes nazis? ¿Conoces otros intentos parecidos? Si quieres conocer otros hechos curiosos sobre los nazis, te invitamos a leer el post: ¿Qué hacían los nazis en una misión secreta en el Ártico?