Los traductores del código navajo fueron clave para los Estados Unidos durante la Segunda Guerra mundial. No conocemos todos sus nombres, de hecho, el año pasado falleció el último de esos valientes soldados navajo reclutados en 1942 por la Marina estadounidense, con el fin de crear un código secreto. Un lenguaje indescifrable para el enemigo japonés.
Recordemos hoy en Supercurioso ese interesante retazo de nuestra historia.
El relevante papel de los indios navajo en la Segunda Guerra Mundial
El código navajo fue un secreto de Estado, hasta que en 1968, EEUU, desclasificó la información. Fue entonces cuando se conocieron algunos nombres, como el de Chester Nez. Esos jóvenes indios navajo que dejaron las bellas tierras de Arizona y Nuevo México para ser reclutados en una importante misión.
Como ya sabes, el papel de EEUU durante la Segunda Guerra mundial estuvo en un discreto segundo planto hasta que en 1941, Japón, atacó la flota de los EE.UU en Pearl Harbor, Hawai. Aquello sobrepasó sus límites y encendió los motores del patriotismo americano, por defender lo suyo y tomar parte de aquella guerra donde dar, por fin, un golpe de efecto.
Los estadounidenses empezaron atacando las islas del Océano Pacífico que ocupaban los japoneses. Pero había un problema, los japoneses no eran ingenuos y sabían perfectamente interceptar sus mensajes y saber de antemano dónde iban a atacar. No importaba qué cifrado utilizaran, los nipones los descifraban todos. Hasta que un día, dejaron de hacerlo. ¿Qué estaba ocurriendo? De la noche a la mañana, los americanos estaban trabajando en un código completamente desconocido.
Ellos no lo sabían, pero los mensajes que recibían estaban redactados en una lengua llamada Diné Bizaad: el idioma de los indios navajos. El artífice de esta idea fue de Philip Johnston. Era un joven blanco criado en una reserva de indios navajo, él quien tuvo la idea y quien se la sugirió a la infantería de marina. Sabía que era una ventaja enorme frente al enemigo nipón, puesto que era casi imposible que algún japonés supiera hablar navajo. No habían libros sobre esta lengua y eran pocos los hombres blancos que lo dominaran a la perfección.
Pero la marina tenía sus dudas. En el idioma navajo no existían términos para hablar de «cohetes», «bombas», «tanques» u otros términos bélicos. Pero Philip Johnston se rió ante esa idea y les dijo que para comprobarlo, no tenían más que hacer una prueba. Y así se hizo. Le dieron un mensaje en inglés con todo tipo de términos militares, y después, lo cifró por radio en navajo para que otro compañero de la reserva lo ofreciera a un marine. El mensaje era perfecto. Las dos versiones eran idénticas. La estrategia iba a ser todo un éxito.
El siguiente paso fue rápido: Se instruyó a 191 jóvenes, pero para ello, se pidió permiso al Consejo Tribal navajo, que estuvo de acuerdo. Muchos de ellos eran menores de 18 años, con lo cual, para ingresar a filas hubo que modificar sus fechas de nacimiento. Y para ellos fue todo un acontecimiento el salir de sus reservas, viajar en tren, en avión y convertirse en piezas indispensables para la ingeniería bélica de Estados Unidos. Enviaban mensajes, montaban postes y cables y fueron héroes en muchas islas del Pacífico enviando y traduciendo su código, el código de sus ancestros, de su tierra y de su sangre.
Los japoneses, jamás lograron descifrar una palabra. No fue hasta 1968, cuando se enteraron que aquella era una lengua de una tribu nativa americana. Una lengua llamada Diné Bizaad. En el 2002, se les homenajeó con una película, «Windtalkers» protagonizada por Nicolas Cage.
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