El nombre de Lucien Lévy-Dhurmer suele estar asociado a las imágenes de unos lienzos llenos de misterio. De seductor encanto teñido de enigmas, donde las brumas rodean el rostro de mujeres llenas de magnetismo, ahí donde el simbolismo plasma todo un mundo que parece escapar a nuestra comprensión.
Lucien Levy-Dhurmer (1865-1953) fue un pintor francés que llevó la técnica del pastel a una cumbre exquisita, permitiendo que mediante ese estilo, lo real se mezclara con lo onírico. También con lo fantástico y lo romántico.
Hoy, en Supercurioso, queremos descubrirte sus pinturas y su arte. ¿Nos acompañas?
El pintor de los mundos misteriosos
Con poco más de 14 años, Lucien Lévy, ya era toda una figura dentro del mundo del arte. Fue a esta edad cuando logró exponer su primera obra en el Salón parisino, siendo además un exquisito decorador cerámico que dominaba a la perfección el estilo geométrico del arte hispanomusulmán. Pero el auténtico cambio llegó cuando viajó a Italia y conoció el arte renacentista.
A partir de entonces, construiría en su mente todo un mundo peculiar, en el que mezclar diversos estilos que no tardaron en plasmarse en sus cuadros. Lévy-Dhurmer logró combinar el llamativo colorido de los impresionistas con el aire exquisitamente melancólico de los Prerrafaelitas, todo ello, tejido a través de un ambiente de sutil misterio, donde la técnica del pastel fue su signo de identidad. Y no tardó en encandilar a todos los críticos de la época, adquiriendo una gran fama entre el ambiente artístico y cultural parisino.
Eran muchos los personajes que deseaban acercarse a Lucien e influir en él. Y uno de ellos fue, por ejemplo, Josephine Péladan, un extravagante ocultista, escritor y co-fundador, junto a Stanislas de Guaita, de la Orden Cabalística de la Rosa-Cruz (Orden Rosacruz). Este singular caballero siempre intentó convencerlo de que participara en sus reuniones secretas, pero según los biógrafos de Lucien Lévy-Dhurmer, nunca quiso involucrarse demasiado en esos círculos, aunque sí que asumió muchas de sus ideas, de sus conceptos cabalísticos.
Sus pinturas, disponen de muchísimos símbolos cargados de misterios que el propio Péladan pudo enseñarle, como es el caso de una de sus obras más famosas: «El silencio», ahí donde una enigmática mujer cubierta con túnica realiza un extraño gesto sobre sus labios. Este cuadro siempre fue el preferido de Lucien, y jamás se separó de él. Quienes lo observan, dicen que es una obra con un gran poder de sugestión. Todo la composición es un enigma: la posición de la dama, sus ojos, los pliegues de esa túnica en formato vertical, como evocando quizá, la gravedad física o la gravedad moral…
Para muchos, este cuadro es una alegoría de la fatalidad que rige nuestro mundo. Un símbolo universal del que Lucien, no quiso separarse jamás. Se dice que en su madurez, llegó un momento en que ya no quiso hacer más retratos, interesándose entonces en los paisajes. Pero su estilo siguió siendo el mismo… En cada bosque, en cada lago, en cada valle que su hábiles lápices dibujaban, siempre estaba inscrito el misterio y ese simbolismo que aún hoy, no nos ha dado respuestas. Lucien Lévy-Dhurmer es uno de los pintores más magnéticos de la historia del arte, así que desde nuestro espacio te invitamos a que descubras sus obras y que las observes durante unos minutos. Seguro que te evocan un sinfín de extrañas sensaciones.
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