En Supercurioso, queremos iniciar un pequeño recorrido por esas casas supuestamente embrujadas, que se levantan a lo largo de todo el mundo con su halo de misterio e inquietante decadencia. Muros donde se contienen aún historias interesantes, pasados donde habitó el desastre o la tragedia y que siempre nos encanta recordar.
Si es de tu interés, hoy empezaremos por una mansión del sur de Illinois, una casa que a día de hoy sigue en perfectas condiciones y que se ha convertido en todo un centro de atracción turística por el pasado que se inscribe aún en sus paredes y en sus tierras.
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«Crenshaw house», un negocio clandestino
Estamos en el bonito estado de Illinois, escenarios tranquilos que apenas nos dejan intuir ni un recuerdo de ese pasado oscuro que se vivió en muchos parajes a lo largo del siglo XIX. Crenshaw house, se construyó en 1830 para ser la residencia del señor John Crenshaw y de su extensa familia.
No era un buen hombre, en absoluto. El señor Crenshaw vivía de un negocio tristemente habitual, que como ya puedes intuir dada la época, era el tráfico de esclavos. Ahora bien, hemos de puntualizar algo importante, lo que en verdad hacía este terrateniente era secuestrar a negros libres para venderlos posteriormente. Algo terrible.
Disponía, además, de dos salinas, siendo un negocio increíblemente rentable porque la sal era una de las mejores formas para conservar los alimentos en esta época. Un terrateniente y comerciante de esclavos que se las ingeniaba muy hábilmente para enriquecerse, puesto que hemos de recordar también que Illinois era un estado libre, es decir, la constitución del Estado prohibía la esclavitud salvo para una excepción: para los trabajos en las minas de sal. Un trabajo tan arduo y destructivo, que ningún hombre libre quería asumir.
Puesto que el señor Crenshaw era el único que disponía de salinas en Illinois, era también la única persona en disponer de esclavos, por tanto, podemos decir que era uno de los hombres más ricos del país. Tenía un pequeño ejército de hombres que se dedicaba a su vez a salir por las noches para «cazar» hombres de color, negros libres a los que secuestrar para vender a esos estados donde sí estaban permitida la esclavitud, o bien para extorsionarlos con la finalidad de que fueran a trabajar a las minas de sal del señor Crenshaw.
La casa de los lamentos
Pero hablemos ahora de la casa. Seguro que te eriza la piel saber que bajo ella, se abría todo un túnel que se comunicaba con las minas de sal. Disponía incluso de unas pequeñas vías donde podía circular un vagón, ahí donde cargar clandestinamente a las personas que secuestraba y que posteriormente, llevaba a su casa. Hombres, mujeres y niños a los que encerraba en pequeñas celdas en la mansión y a los que trasportaba diariamente a las minas de sal para que trabajaran. Un recorrido que se llevaba a cabo en el subsuelo y casi siempre por las noches.
Los esclavos permanecían encerrados en la casa como animales. Se sabe que en una ocasión llegó a secuestrar a la esposa de un hombre sólo por placer personal, para tenerla en una de sus pequeñas celdas. Esto acabó levantando rumores y sospechas, el marido lo denunció y fueron muchos los que se acercaron a la casa en busca de explicaciones. Llegaron las denuncias e incluso los ataques. Quemaron sus graneros, sus aserraderos… Se sabía que muchos hombres y mujeres morían incluso de inanición en aquella casa, pero se tardó mucho en reaccionar.
Uno de sus esclavos llegó a cortarle la pierna con un hacha, un ataque que supuso finalmente su derrota empresarial. Todos sabían lo que allí ocurría, y aunque no se llegó a formalizar ninguna acusación directa, lo que si ocurrió, es que nadie quiso establecer más relaciones comerciales con el señor Crenshaw. Un modo cobarde de girar el rostro, pero que al fin y al cabo, supuso su final. Su derrota.
Cuando llegó la Guerra Civil la casa fue abandonada para siempre. Llenándose de vacíos, heridas y lamentos. Los fríos lamentos de todos los esclavos que allí murieron, y cuyas huellas, aún se ven en las paredes, en ese sótano clandestino, en las minúsculas celdas donde se contienen brisas frías y voces fantasmales que cantan viejas canciones de una época de incomprensión, locura y esclavitud. Terrible, no hay duda. Fenómenos extraños casi constantes que tejen desde entonces la leyenda de la mansión Crenshaw.
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