Su nombre era Mary Mallon, pero la historia la conoce como «Mary Tifoidea». Puede que este término ya te de una pista de cuál es su relato, de cuál su pecado y también su condena. El mundo de la medicina tuvo en esta mujer, un claro ejemplo de cómo pueden cursar las enfermedades infeccionas y de hasta qué punto, la casualidad puede construir la más insólita de la fatalidades.
Mary era cocinera. Una buena cocinera con un carácter algo complicado. Decían de ella que era algo malhablada y rebelde y que por ello perdía un empleo, para a los pocos días conseguir otro que tampoco le duraba demasiado. No obstante, era lo que mejor sabía hacer y lo que le ofrecía un salario con el que vivir.
Pero Mary tenía algo aún más particular en su naturaleza y su organismo… Algo que estamos seguros, te va a sorprender.
Epidemias de tifus en el Nueva York de los años 20
Fue en 1906 cuando el problema del tifus empezó a traer de cabeza a los médicos de Nueva York. No hacía mucho que un importante banquero, su mujer, sus hijas y todo el servicio de criados y cocineros de la casa, habían enfermado. Todos estaban en una ala aparte del hospital universitario, luchando por su vida y haciendo frente a una bacteria cuyo origen no habían podido localizar.
Era verano, y pensaron que tal vez, la causa habría sido esas viejas cañerías de agua de la lujosa mansión de Long Island. Pero no fue así, el banquero Charles Henry Warren apunto estuvo de morir por una bacteria que nadie sabía de dónde había podido llegar. No obstante, ése no había sido el único brote de tifus de la ciudad, puesto que llevaban casi cinco años sufriendo numerosos problemas con esa enfermedad que ya se había llevado la vida de algunas personas.
George Soper era ingeniero civil y experto en brotes de tifus. Había trabajado durante mucho tiempo en países del tercer mundo y sabia cómo tratar el problema. Sin embargo, lo que estaban ocurriendo en Nueva York parecía escapar de sus manos. Se sentía desesperado. El foco de las bacterias de tifus que había investigado, no estaba en las casas, ni en las cañerías… Así que la única opción que le quedaba, era investigar a las personas de esos núcleos familiares que, a lo largo de algo más de cinco años habían experimentado la enfermedad.
Y fue entonces cuando las piezas empezaban a encajar: Mary Mallon. Ella era el elemento de unión en todos esos casos. Se trataba de una cocinera irlandesa que había llegado a Nueva York hacía justo 5 años. En 1901. En todas las casas en las que había trabajado, el tifus, había hecho acto de presencia. Pero, ¿cómo podía ser?
Se inició una búsqueda de esta mujer y, cuando dieron con ella, se negó a hacerse ninguna prueba. Fue un juez quien dictaminó la orden de que fuera llevada a un hospital, descubriendo finalmente que, a pesar de no manifestar la enfermedad del tifus, Mary Mallon era portadora. Fue la primera persona que se identificó cómo un portador sano de los patógenos asociados con la fiebre tifoidea, que no desarrollaba síntoma alguno. Sorprendente.
Tras esto, se decidió que lo mejor era poner a Mary en cuarentena en un hospital. Y así fue, estuvo dos largos años internada, aislándola de la sociedad. Tras esto, y en vista de la justificada desesperación de la joven y de la demanda que ella misma cursó, un juez decidió ofrecerle la libertad con una sola condición: Que jamás ejerciera un trabajo relacionado con la cocina o con el cual, tuviera que entrar en contacto con otras personas. Ella misma debía «ser consciente» de su problema y evitar propagar la enfermedad.
¿Sabes lo que ocurrió a lo largo de los 5 años siguientes? Que el tifus siguió apareciendo en pequeños brotes en la ciudad de Nueva York, hasta que el más grave, se dio en el Hospital de la Maternidad Sloane en Manhattan. Las autoridades no podían dar ninguna explicación al origen, hasta que se descubrió que una tal «cocinera Brown» había trabajado en ese hospital y en los anteriores hogares que también habían sufrido brotes de tifus.
Mary Mallon se había cambiado el nombre. La cocinera irlandesa portadora de la fiebre tifoidea, solo buscaba ganarse la vida de la única forma que sabía… Cocinando y eso es lo que había estado haciendo en esos 5 años, a pesar de que un juez, se lo había prohibido. A pesar de que le advirtiera de tomar «determinadas medidas de salud».
Finalmente, «Mary Tifoidea», pasó el resto de sus 23 años de vida, confinada en el Hospital Riverside de North Brother, por ser considerada «un peligro público». Infecto a casi 60 personas y murieron 3 de ellas.
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