En nuestra actualidad siguen existiendo recónditos lugares que podríamos calificar como auténticos infiernos. Espacios olvidados por las organizaciones humanitarias, por los políticos, por los periodistas audaces… Rincones oscuros que habitan en ese inframundo de la legalidad, que casi es mejor no conocer, para no avergonzarnos y evitar tomar más conciencia de hasta qué punto puede llegar el ser humano.
Hoy queremos hablarte de la prisión de Gitarama. Advertimos que muchos hechos no son fáciles de asimilar, y que hemos preferido omitir fotografías, que en alguna ocasión han podido filtrarse sobre lo que ocurre en este presidio de Ruanda.
Hoy, te invitamos a dar un incómodo paseo por el último círculo del infierno de África.
El último infierno de la Tierra: la cárcel de Gitarama
Es así como suelen calificar habitualmente a esta cárcel situada en un rincón limítrofe de las selvas de Ruanda, en África. Si bien es cierto que alguna organización humanitaria ha denunciado el caso, de momento, lo único que se ha podido conseguir es la promesa de que las instalaciones serían ampliadas en unos pabellones más.
Para que nos hagamos una ligera idea del hacinamiento existente en Gitarama, te diremos que con las dimensiones y el espacio del que disponen, la legalidad marca que no deberían albergar más de 600 presos. Sin embargo, aquí, residen cerca de 7.000 personas. La cifra nunca suele variar demasiado, porque de media suelen morir 5 personas diarias, así que pueden volver a ingresar nuevos reos cada cierto tiempo sin «ningún problema».
Se dice que en una ocasión acudió un grupo de representantes de la ONU para certificar todo lo que se decía de la cárcel de Gitarama. No duraron mucho tiempo en el interior de las instalaciones, puesto que en poco más de media hora fueron testigos de cómo fallecían 30 personas por una sangrienta pelea por la única comida que reciben al día. ¿Hicieron algo tras presenciar aquel desastre humanitario? En absoluto.
Puede que te preguntes si, en vista de las calamidades sufridas por los presos, alguno de ellos opta por escaparse, por la fuga. Te diremos simplemente que nadie se lo plantea, puesto que Gitarama está cercada por un muro de alambre y púas, más decenas y decenas de kilómetros minados con chatarra metálica y vidrio. Cualquiera que sueñe con la libertad sabe que la muerte es la única respuesta a sus aspiraciones. No hay forma de salir de Gitarama. Ninguna. Y cualquiera que se atreva a salir de las instalaciones sin la pertinente documentación, sabe que será fusilado de inmediato por los guardias del exterior.
Tienen una sola comida al día, siempre arroz. Y en cuanto al agua, tampoco hay para todos. Aquí hay unos 100 menores de 14 años, unas 250 mujeres, muchas de las cuales intentan convivir con los bebés que cada cierto tiempo vienen al mundo por las violaciones cometidas en la misma cárcel. No obstante, ninguno vive demasiado tiempo, al poco serán enterrados como el resto de prisioneros que fallecen cada día: a todos se los llevan a fosas comunes para ser cubiertos con cal viva, acelerando así la descomposición. Es una tarea que nunca acaba.
Pero, ¿cuáles son las causas por las que todas estas personas llegan a la cárcel de Gitarama? Algunos por asesinato, la mayoría por robos. Otros muchos por formar parte de revueltas sociales y cientos de ellos por causas que no están claras. No obstante, a nadie le importa. El goteo de muertes es imparable, y terrible es también esa sombra que se cierne sobre la cárcel de Gitarama, ese aspecto espantoso que vulnera los principios más sagrados de la humanidad: El canibalismo. Las luchas por obtener alimento son continuas, de ahí que en más de una ocasión se haya caído en esta desesperación tan extrema.
La cárcel de Gitarama es, sin duda, el último y auténtico infierno de este mundo. Un problema que no es muy conocido y que esperemos obtenga pronto alguna solución, algún medio para que la humanidad, el respeto y la integridad por la vida no se vulneren más de este modo.
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