Conocedora de su belleza, culta e inteligente, Virginia Oldoini, la condesa de Castiglione (1837-1899), supo muy bien como sorprender y conquistar a hombres y mujeres de su época. Aristócrata, espía, amante de reyes, príncipes, banqueros, escritores, diplomáticos, y obsesionada con su imagen, vivió una vida apasionante y llegó a convertirse en una destacada figura de los primeros tiempos de la fotografía.

La bella florentina

Virginia fue una de las mujeres más bellas de la segunda mitad del siglo XIX, su rasgo físico más llamativo eran sus ojos verdes, unos cautivadores ojos que cambiaban de tono según la luz, llegando incluso a tornarse color violeta. Sus cabellos rubios, su llamativa forma de vestir y su esmerada educación la convirtieron en una de las jóvenes más atractivas de su Florencia natal. Sus padres se volcaron en que aprendiera idiomas y aprendiese música y danza y a los 17 años la casaron con el Conde Francisco Verasis de Castiglione, aristócrata entrado en años con el que no llegó a congeniar.

De esposa a espía: La Perla de Italia

A los 18 años, y convencida por su primo Cavour, Ministro del rey Victor Manuel II, entonces sólo rey de Cerdeña y Piamonte, pasó a colaborar en la causa de la unificación italiana. Una de sus primeras misiones fue seducir al emperador Napoleón III, con el fin de que apoyara la causa italiana y se enfrentara a las reticencias austríacas a la unificación.

CONDESACASTIGLIONE2Así, en 1855 apareció con su todavía esposo en uno de los bailes que el Emperador organizaba el día de Navidad en París. Napoleón III cayó rendido a sus encantos y se convirtió en su amante. Cuando se descubrieron sus intrigas, Virginia tuvo que volver a Italia y recluirse en su casa.

De vuelta a París: la Condesa divina

El escándalo de su romance con el Emperador supuso el divorcio de su marido y el comienzo de su vida como mujer fatal y coleccionista de amantes entre lo más granado de la nobleza y la intelectualidad de su época. En 1861 regresó a París instalándose en la plaza Vendome. Allí recibía a sus amantes y fue tal su fama, que llegó a ser llamada la mujer más bella del mundo.

pies

Hubo quien cuestionó su belleza, pero ella siempre supo acrecentar su fama incluso a pesar de las críticas. Así, la historia cuenta que al saber que un noble había comentado que no era tan hermosa, Virginia le había invitado a sus casa y le había recibido desnuda, recostada sobre una sábana negra y con una iluminación que había destacar su rostro y sus ojos. El noble había quedado tan impactado que se convirtió en uno de sus más acérrimos defensores.

La Condesa de Castiglione y su papel en la fotografía moderna

Solo unos años antes, en 1856 se había desatado la moda de la fotografía en ciudades como París , Nueva York o Londres. A sus 19 años, Virginia estaba tan obsesionada con su imagen, que vio en la fotografía un recurso para retratar su belleza y dejar testimonio de ella para el futuro. En ese año contrató al fotógrafo Pierre-Loius Pierson, fotógrafo que la retrató a lo largo de 40 años realizando más de 400 retratos de la aristócrata en los que ella aparece siempre escenificando distintos papeles y con un cuidado vestuario, maquillaje y peinado. Una forma de posar que avanza los actuales posados de las revistas de moda y que fue utilizada por Virginia como medio para enviar mensajes a sus amantes o a su propio ex marido a quien dedicó el retrato titulado «La Venganza». Una fotografía en la que aparece sosteniendo un puñal de manera amenazante. Virginia también retocaba la fotografías con guache y llegó a venderlas para sacar dinero para beneficencia. Asimismo, también realizó retratos de tipo más erótico como aquellos en los que mostraba sus pies y sus piernas, tabús sexuales para la mojigata mentalidad del siglo XIX , con el consiguiente escándalo.

CONDESACASTIGLIONE4Con el paso del tiempo, la condesa cayó en depresión al no poder soportar ver como su rostro y su cuerpo envejecían. Comenzó a cubrir los espejos de su casa, a salir siempre cubierta con un velo y solo de noche. La gente comenzó a llamarla La loca de la Plaza Vendome y ella fue apagándose hasta morir en 1899 a los 62 años. A su muerte fueron quemados todos sus documentos y cartas al ser consideradas peligrosas, dada la entidad de muchos de sus amantes y evitar que pudieran ser usados para chantajes.

Su colección de fotografías se conserva hoy en día en varios museos como el Museo de Orsay en París o el Metropolitano de Nueva York.