En un capítulo de su libro autobiográfico Pelando la cebolla (2006), el escritor alemán recientemente fallecido, Günther Grass, narra la historia de un muchacho que pertenecía a su grupo de trabajo en el servicio militar alemán, ya en plena Segunda Guerra Mundial, que era el arquetipo de la raza aria tal y como la soñaba Hitler: blanco, alto, rubio y apuesto, al que apodaban “Nosotrosnohacemoseso” (así, con todas las palabras pegadas), porque se negaba a usar armas de fuego, a pesar de todos los castigos y palizas; comportamiento que eventualmente lo llevó a su desaparición en un campo de concentración.
Grass no está muy seguro, pero es bastante probable que “Nosotrosnohacemoseso” fuese Testigo de Jehová.
Buchenwald
El 16 de abril tropas norteamericanas liberaron el campo de concentración de Buchenwald, uno de los más grandes de su clase en territorio alemán. Por este campo pasaron más de 250.000 personas y murieron unas 56.000. El alto número de sobrevivientes se debió a que se trataba de un campo de trabajos forzados y no de un campo de exterminio, por lo que no había cámaras de gas y las muertes fueron más bien a causa de enfermedades, desnutrición, experimentos médicos, torturas y ejecuciones. De la cifra de fallecidos sólo 11.000 fueron judíos, el resto estaba compuesto por homosexuales, comunistas, prisioneros de guerra y Testigos de Jehová.
Por Buchenwald pasó el austriaco Leopold Engreitner, adonde llegó debido a su condición de objetor de conciencia y Testigo de Jehová. En cuatro años pasó por otros dos campos de concentración, Niederhagen y Ravensbrueck, y llegó a pesar apenas 28 kilos, pero nunca perdió la esperanza, y en 1943 logró escapar. Murió en 2013 con 107 años de edad, uno de los más longevos sobrevivientes de este cruento conflicto.
Los Bibelforscher
¿Por qué ese ensañamiento con los Testigos de Jehová? Aunque ya en la Primera Guerra Mundial habían enfrentado problemas por su pacifismo militante, con el ascenso del nazismo éstos se agudizaron. En palabras de Peter Straub:
“Los testigos de Jehová fueron la única religión que rehusó rotundamente acceder a las demandas del régimen de Hitler. No levantaban la mano para realizar el saludo hitleriano; se negaban a jurar lealtad al ‘Führer y al Estado’, y tampoco prestaban el servicio militar ni trabajaban en el ejército. Sus hijos no se afiliaron a las Juventudes Hitlerianas».
Este grupo cristiano originario de Estados Unidos tenía pocos adeptos en Alemania, donde eran conocidos como Bibelforscher, “estudiantes de la Biblia”, y para el momento del ascenso del nazismo rondaba los 25.000 miembros, de los cuales 11.300 terminaron en campos de concentración, muriendo en ellos unos 2.500.
Para distinguirlos de otros perseguidos, los Bibelforscher llevaban en su uniforme de prisionero un triángulo morado y, a diferencia de otros prisioneros (como judíos, gitanos u homosexuales), fueron los únicos que tenían la posibilidad de lograr la libertad simplemente abjurando de sus creencias. Aún así, la mayoría se mantuvo firme en su credo.
Increíble y lamentable esta fase de la humanidad. Si te interesó el artículo, tal vez te interese descubrir al hombre que le negó el saludo a Hitler.