El tema nuclear es inagotable. Te invitamos a dar un vistazo a tres incidentes que, por fortuna, no tuvieron mayores daños. ¿Te animas?
Apocalipsis nuclear a domicilio
Cuando se habla de accidentes nucleares enseguida se piensa en centrales nucleares como Chernobyl, Three Mile Island o Fukushima, que han llevado el horror de la radiación incluso más allá de los países y regiones donde se encuentran. Sin embargo, la muerte nuclear tiene formas de viajar más sencillas y menos etéreas que una nube radiactiva.
Durante la llamada Guerra Fría hubo armamento nuclear de ambos bandos en continuo desplazamiento, por tierra (en trenes y camiones lanza misiles), por mar (en barcos y submarinos impulsados por energía nuclear) y por aire (en superbombarderos), listo para ser usado apenas se diese la orden de iniciar el apocalipsis nuclear.
Este movimiento continuo, naturalmente, se vio afectado por varios accidentes en los que el azar jugó un papel clave para evitar desastres de proporciones inimaginables.
En el argot militar estadounidense se hablaba de “Broken Arrow” (flecha rota), cuando por alguna circunstancia se perdía armamento nuclear. Aquí veremos tres flechas rotas, caídas en lugares imprevistos, aunque no necesariamente sorprendentes.
Estados Unidos vs las Carolinas
Carolina del Sur
Al menos en un par de ocasiones la Fuerza Aérea estadounidense atacó accidentalmente dos estados de la Unión con armamento nuclear. La primera fue en marzo de 1958, cuando un B-47 Stratojet dejó caer una bomba nuclear Mark 6 a diez kilómetros de la ciudad de Florence, Carolina del Sur, en un lugar conocido como Mars Bluff. Aunque la bomba no llevaba material fisionable sí detonó los 3.447 kilogramos de explosivos, destruyendo una casa cercana, dañando otras y haciendo un cráter de 10 metros de profundidad por 20 de diámetro. Por suerte, en este caso no hubo víctimas, a menos que contemos una docena de pollos que la fuerza aérea tardó años en reconocer, y en pagar a sus dueños.
Carolina del Norte
El segundo caso no es tan hilarante. Menos de tres años después del incidente de Mars Bluff otro superbombardero, un B-52, se destruyó en pleno vuelo sobre los cielos de Carolina del Norte, dejando caer dos bombas de hidrógeno Mark 39.
Una de ellas, 260 veces más poderosa que la que destruyó Hiroshima, se activó y estuvo lista para estallar. Afortunadamente, no lo hizo, gracias a un interruptor que detuvo el proceso de detonación. De haber estallado, habría afectado ciudades como Nueva York, Filadelfia, Baltimore y Washington.
El “incidente” de Palomares, España
Cambiamos de continente, aunque la fuerza aérea sea la misma. El 17 de enero de 1966 un B-52 Stratofortress regresaba de un vuelo a la frontera turco-soviética y se disponía a recibir combustible en el aire de un avión KC-135, cuando un error en la maniobra de acoplamiento provocó un choque entre ambas aeronaves, la muerte de 7 tripulantes y la caída sobre territorio español de 4 bombas termonucleares Mark 28: una en el mar Mediterráneo y tres en tierra. De estas últimas dos quedaron intactas pero la tercera estalló, contaminando más de 200 hectáreas con plutonio.
Es lo que se conoce como el “incidente de Palomares”, en Almería, España.
El rescate de las bombas y la descontaminación del suelo se hizo con el mayor de los sigilos, más de 1.700 toneladas de tierra contaminada terminaron en un depósito en Carolina del Sur (otra vez las Carolinas), pero se ha sabido recientemente, gracias en parte a Wikileaks, que hay todavía 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada que el gobierno estadounidense debería retirar. Y entretanto, Palomares sigue siendo la región con mayor índice de contaminación radiactiva de España.
¿Por qué estas “flechas rotas” no deberían sorprendernos? Porque tanto Almería como las Carolinas se encontraban en la ruta de vuelo de estos verdaderos jinetes del apocalipsis, por lo que no es descabellado pensar que eventualmente la muerte podía llegar desde el cielo.
¿Qué opinas de estos errores que pueden causar la muerte de millones de personas?