¿Eres de esas personas que día a día engrosan las filas de ese juego tan popular, Candy Crush? Pues entérate aquí del por qué resulta tan adictivo un juego tan simple y sencillo, donde lo que tienes que hacer es agrupar tres dulces del mismo color.
Claves para entenderlo
La facilidad
Si lo has jugado alguna vez, sabrás entonces lo fácil que resulta engancharse y subir de nivel. De hecho, los primeros niveles son muy fáciles de superar, no se necesitan destrezas especiales ni mucho pensamiento (la verdad, ninguno), y así el cerebro, cada vez que pasas a un nivel superior, segrega dopamina, un neuroquímico que nos da la sensación de ser recompensados.
Y aquí está el quid del asunto: la dopamina llega al mismo neurocircuito involucrado en las adicciones, lo que por supuesto refuerza la acción.
Sabemos que la dopamina juega un papel preponderante en el aprendizaje, fijando comportamientos y reforzando la repetición.
Como los creadores de Candy Crush saben esto, idearon entonces una estrategia para que no te aburras ganando siempre (porque si fuera muy, muy fácil superar los niveles, sencillamente perderías el interés): a medida que avanzas, los niveles ganan en dificultad y la sensación de recompensa se vuelve intermitente. En gran parte, esto es lo que hace que vuelvas una y otra vez a jugar, porque al cerebro le gusta ganar.
Además el sistema de 5 vidas (o 5 derrotas, como quieras verlo) hace que, una vez gastadas, debas esperar media hora para volver al juego. Por lo tanto no te aburres, pero comienzas a generar un poquito de ansiedad.
Y aquí estaría el verdadero negocio para sus creadores: como el juego se bloquea por media hora después de perder 5 veces, tienes la opción de comprar vidas. Se calcula que King, la empresa que desarrolló el juego, gana al día unos 800.000 dólares gracias a quienes compran vidas y trucos y desbloquean niveles. Lo que se gasta es una tontería (si lo ves desde tu punto de vista), pero si lo juegan 93 millones de personas… haz tú el cálculo…
Si no puedes comprarlas, cuando vuelves al juego la experiencia es aún más placentera.
Esta abstinencia produce un efecto similar al del chocolate, ya estudiado por científicos de Harvard y Columbia a través de un experimento: se comparó a dos grupos, uno al que se le dio chocolate continuamente durante una semana, y otro al que se le negó. Al final, quienes disfrutaron más del chocolate fueron quienes lo tenían prohibido.
La suerte
Contrario a lo que puedas pensar, Candy Crush es un juego de suerte, no de destrezas. Los colores aparecen de manera aleatoria y por ello el triunfo es totalmente inesperado. ¿Verdad que pierdes muchas más veces de las que ganas? Pues eso hace que las ganas de jugar sean aún más fuertes.
La estrategia es la misma que la de las máquinas tragamonedas o tragaperras: si bien no puedes predecir cuándo vas a ganar, ganas lo suficientemente seguido como para querer seguir jugando.
Y sigues jugando.
Ilusión de tener el control
Según Steve Sharman, un investigador británico especialista en adicción, la impresión de que se controla el juego es crucial para crear adicción. En el caso de Candy Crush, los boosters y todos los elementos que supuestamente te facilitan el triunfo te hacen pensar que en verdad estás afectando el resultado. Pero no es real.
Dulces, dulces y más dulces
Por último, no es casual que King haya elegido dulces para el juego. Combinar caramelos de igual color y forma genera una asociación positiva en la mente.
Hasta puedes sentir el conocido sabor en la boca… Habrá algunos que incluso comen dulces mientras juegan.
¿Te pareció interesante? ¿Qué opinas?