En Groenlandia, esa gran isla ubicada en la zona nororiental de América del Norte, entre los océanos Atlántico y Glacial Ártico y perteneciente como región autónoma al Reino de Dinamarca, es hogar de los inuit, los nativos groenlandeses.
Esta isla, considerada la segunda más grande después de Australia, es especialmente hostil debido a los hielos permanentes (el 85% de su territorio está cubierto por una capa de espesísimo hielo de 3 km de espesor, llamado inlandsis), obligando a sus cerca de 62.000 habitantes a vivir en las costas y a alimentarse con una dieta peculiar.
El hallazgo genético
Una investigación llevada a cabo por un equipo internacional de científicos, liderada por la Universidad de Berkeley, California, analizó recientemente el genoma de 191 inuit, y el resultado fue sorprendente.
Esos datos revelaron varias cosas. La primera, tal vez la más notable, es que este pueblo indígena muestra en su ADN mutaciones especiales relacionadas con el metabolismo de la grasa.
Su dieta, altísima en grasa de animales marinos, está basada sobre todo en el consumo de focas y ballenas, pero también en ciertas partes de los caribúes, como los ojos, o la membrana estomacal, o inclusive el contenido del estómago de este animal, subespecie americana del reno.
Los peces marinos que consumen se alimentan, a su vez, de otros con muy altos niveles de ácidos grasos omega 3 poliinsaturados, de modo que en su organismo pueden encontrarse niveles de grasa que para otras poblaciones serían mortales.
Aun así, este pueblo no sufre de problemas cardiovasculares, y es porque genéticamente se han adaptado al consumo elevado de grasas.
Otro descubrimiento
Según Rasmus Nielsen, profesor de Biología Integrativa en Berkeley, ésta es la primera evidencia científica de que los pueblos humanos se han adaptado a dietas particulares, teniendo respuestas fisiológicas distintas a determinadas comidas. Es decir, que lo que es bueno para un grupo particular no lo es necesariamente para otro.
Para los científicos es un avance enorme, pues el estudio del genoma humano podría indicar qué tipo de dieta es mejor para cada uno, así como ha funcionado en tratamientos médicos.
Mutaciones muy antiguas
Otro investigador, Matteo Fumagalli, del University College de Londres (y primer autor de este estudio), apunta que las mutaciones genéticas encontradas en el ADN de los inuit indican nada menos que 20.000 años de antigüedad, y que han evolucionado en los grupos humanos para adaptarse a dietas altas en proteínas y grasas, permitiéndoles disminuir sus niveles de colesterol malo. De hecho, presentan menos predisposición a sufrir cardiopatías.
Estas mutaciones podrían tener su origen en los grupos humanos siberianos que originalmente poblaron el Ártico hace miles de años, y que luego se desplazarían a Groenlandia, donde los inuit han estado desde hace más de mil años.
Otra influencia notable de la mutación genética es la relativa a la altura. Según afirma Ida Moltke, profesora de Bioinformática en la Universidad de Copenhage,
“Las variaciones que hemos descubierto tienen profundos efectos fisiológicos: modifican el perfil de ácidos grasos del cuerpo y reducen la altura de los inuit unos dos centímetros. La altura depende de muchos genes, pero esta mutación en concreto posee uno de los efectos más potentes que se hayan descubierto”.
Como ves, la ciencia nos ayuda a comprender cada vez más y mejor el mundo que nos rodea. Indudablemente, aún quedan muchos misterios por resolver.
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