Sabemos que estas cosas crean controversia, que es difícil aceptarlas porque van más allá de lo que nos es cotidiano, lo que nos es cercano y «controlable». Ahora bien, no por extraño vamos a sancionarlo; el creer o no creer en la reencarnación es una voluntad personal, una elección que muchos hacemos y que otros pocos asumen porque han tenido alguna que otra experiencia previa.
No queremos pues dar por sentado que la reencarnación exista y se haya demostrado. Solo deseamos hablarte de un testimonio muy llamativo, al igual que lo hicimos en su momento con el caso de Cameron Macaulay. Hoy en Supercurioso queremos hablarte un niño muy especial al que podemos llamar, por ejemplo, Sam.
El caso «estudiado» de Sam y su familia
Los padres de Sam supieron de forma muy temprana que su niño «era especial». Imaginamos la impresión del padre del niño, cuando éste, con solo 18 meses le comentó algo tan singular como escalofriante. En un día cualquiera cuando su padre le cambiaba el pañal, Sam, con total tranquilidad le dijo lo siguiente:
«Cuando yo tenía tu edad también solía cambiarte el pañal».
Algo así debió causar un gran impacto, tanto, que a partir de ese día se dieron cuenta que el pequeño no dejaba de dar sutiles muestras de tener algún tipo de relación con su abuelo, fallecido ya hacía un tiempo. Todo llegó hasta tal extremo que la familia se vio obligada a pedir ayuda. Se dirigieron a la Universidad de Virginia, y en concreto, al departamento de psiquiatría.
Debían cerciorarse de que todo aquello que les estaba sucediendo era real, y más aún… normal. La persona que les atendió y que estudió el caso fue el Dr. Tucker, un experto que la propia universidad les recomendó en vista de que llevaba muchos años estudiando el caso de las vidas pasadas y la reencarnación. Según él mismo le explicó, después de haber tratado a 2.500 niños tenía muy claro que había que coger todas esas situaciones con suma prudencia, porque eran muy pocas las veces en las que había podido dar con algo auténtico. Algo real.
¿Era el caso de Sam una de esas excepciones? Para el Doctor Tucker así lo fue, y aún fue más sorprendente para la propia familia del niño. Las premisas en las que trabajaron fueron las siguientes:
Sabían que Sam, a pesar de su escasa edad, tenía una estrecha relación con su abuelo. El niño hablaba como si «fuera el padre de su padre», dando curiosas referencias cotidianas.
- El psiquiatra recomendó hacer más pruebas, y sobre todo, hacer uso de recuerdos familiares como por ejemplo álbumes de fotografías.
- La situación fue sin duda muy llamativa. Cuando empezaron a enseñarle diversas fotos, el niño señaló una en la que aparecía un viejo automóvil. Con total tranquilidad dijo «ése fue mi primer coche».
- En otro momento, le enseñaron diversas fotografías de niños pequeños. Entre todas ellas, Sam eligió una en concreto. Lo que dijo fue lo siguiente: «Ése era yo de pequeño».
Después de todas estas pruebas diversos psiquiatras dieron su opinión al respecto. Nada de ello era fiable, porque los padres pudieron muy bien predisponer a Sam y darle esa misma información directa o indirectamente. No era concluyente.
Fue entonces cuando hablaron con el niño directamente. Le preguntaron si tenía algún recuerdo en concreto que le turbara, si tenía algún pensamiento que le preocupara. Sam dijo que sí, y que lamentaba sobre todo «haber convertido a su hermana en un pez».
No entendieron a qué se refería. Las palabras de un niño pequeño son a veces muy simbólicas, así que insistieron un poco más. Sam entonces les sugirió una frase aún más inquietante: «fueron los hombres malos». Y aquello, aquellas palabras llenaron de turbación y asombro al padre del niño.
Aquella era una historia familiar muy íntima de la que nadie solía hablar. Cuando el abuelo de Sam era pequeño, tuvo que vivir un hecho traumático: su hermana mayor desapareció de forma inesperada, hasta que días después su cuerpo fue encontrado en un lago y con muestras de haber sufrido una agresión.
De algún modo, el abuelo de Sam siempre se sintió «culpable» de aquello. Nunca quiso explicar por qué, pero fue su pena, su herida abierta. Y quien sabe si esa pesadumbre se heredó en su siguiente reencarnación: su propio nieto.
Ahora bien, esto mismo es lo que asegura la familia y el propio doctor Tucker, quien según él mismo afirma, es uno de los casos más auténticos de reencarnación. Para el resto de colegas, solo es un niño «influenciado por sus padres» con la romántica idea de que posee el alma de su abuelo. El dilema está pues en el aire.
Y ahora dinos… ¿cuál es tu opinión al respecto? Mientras nos la ofreces no dudes en leer también otro caso de reencarnación: el caso Shakar.