Muchas expresiones que empleamos con asiduidad se refieren a determinadas personas, pero no siempre conocemos de dónde proceden y por qué estos sujetos merecen el honor –o deshonor- de aparecer en los dichos populares.
En Supercurioso vamos a conocer el origen de dos de las frases que menos nos gusta escuchar cuando se refieren a nosotros: ser más tonto que Abundio y más feo que Picio. ¿Quiénes eran estos dos personajes? ¡Te lo contamos!
Por cierto, que ambos son varones. Quizá tenga algo que aportar el estudio científico que demuestra que los hombres tienen más probabilidades de ser idiotas, sin ánimo de ofender.
Zapatero y granadino
¡Pobre Picio! De él se dice que era tan feo que el cura le tuvo que dar la extremaunción con una caña, para acercarse lo menos posible.
Pero, ¿existió realmente? Parece que los investigadores, como José María Sbarbi en su libro Gran diccionario de refranes, coinciden en que Picio sí que existió y que era un zapatero del municipio granadino de Alhendín durante la invasión francesa, aunque también residió en la zona de la Alpujarra (en Lanjarón) y en Granada capital.
Sin embargo, su fealdad no le vino de nacimiento, sino que fue sobrevenida a causa de un trágico episodio. Fue condenado a muerte por un delito pero, mientras se encontraba rezando ante un altar, recibió la noticia de su indulto. Le impactó tanto que, según cuentan, perdió el pelo de la cabeza y las cejas y le aparecieron numeroso tumores en el cráneo y la cara que le deformaron el rostro y le dieron un aspecto poco agradable.
Ante tal transformación, Picio sufrió el rechazo de sus vecinos, por lo que se mudó a Lanjarón, aunque poco duró su estancia en este pueblo, ya que lo expulsaron al negarse a descubrir su cabeza para entrar en misa.
Se instaló en la capital hasta su muerte, con 60 años, día en el que ni siquiera el cura quiso uncir los óleos en la frente del moribundo, utilizando una cañavera.
No sabemos si le hubiera servido de consuelo a Picio, pero al menos su nombre ha sido mencionado por ilustres de las letras como Pedro Antonio de Alarcón, Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno, los hermanos Quintero o Pío Baroja.
Campesino o militar, pero poco avispado.
Del más feo al más tonto. Los orígenes de la expresión “Ser más tonto que Abundio” son algo más difusos, pero lo que está claro es que este personaje no tuvo que destacar por su cociente intelectual, porque de él se dice que fue a vendimiar y se llevó de casa uvas como postre, que vendió la vaca para comprar leche o que vendió los zapatos para comprarse cordones.
Una de las hipótesis, recogida en El gran libro de los insultos, apunta a que Abundio fue un cordobés que vivió en los siglos XVII y XVIII y que quiso regar un cortijo entero con sólo un chorrillo de agua, mientras que otra señala que fue un capitán de fragata de mediados del siglo XIX que se encontró con la Armada de Estados Unidos durante la Guerra de Filipinas y, en lugar de escapar por su inferioridad, decidió batirse en combate, hundiendo la nave en su empeño.
En cualquier caso, su nombre ha pasado a la posteridad por sus pocas luces, dejando el sambenito a todos aquellos cuyos padres eligieron Abundio para sus hijos.
¿Conoces alguna otra expresión con nombre propio? ¿Con quién se compara en tu zona la fealdad o la poca inteligencia? Estamos deseando recibir vuestras aportaciones.
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